Dibújame
—Hola. Sé que esto es extraño y que soy un
completo desconocido. Mi nombre es Mauricio, y ¿podrías dibujarme?
»No se
cuántas veces te he visto sentada en esta banca, frente a la fuente, dibujando
cualquier cosa a tu alrededor. El agua caer, las aves, las señoras con sus
hijos y a los enamorados. Tu lápiz se mueve a mayor velocidad cada día.
»Nunca te
diste cuenta de las miles de veces que me he recargado en ese árbol detrás sólo
para ver lo que dibujabas. El primer dibujo que vi fue uno con una ardilla
robándole a un perro su comida. Sí, estaba muy gracioso.
»Tienes una
bonita sonrisa, por cierto. No recuerdo bien cuándo fue la primera vez que te
vi dibujar. Comencé a dar esos paseos por el parque para evitar perderme en mis
pensamientos, huir de la soledad y la angustia. Al principio no me funcionaba
tanto, pero con el tiempo comencé a fijarme en las cosas que me rodeaban. Poco
a poco fui formando un cuadro cotidiano. Por ejemplo, supe que aquel policía se
llama Francisco y que le gusta mucho una señora que siempre sale a pasear a las
doce con su schnauzer. Estoy seguro que la ubicas bien, una vez la dibujaste
mientras comía un helado.
»En fin, de repente
tu presencia formaba parte del cuadro. Como si siempre hubieras estado ahí. En
cada paseo que tomaba, te encontraba sentada, dibujando. Al principio no tomé
relevancia de tu presencia. Sin embargo, cuando el cuadro estaba completo, no
pude dejar de notarte. Luego, te fuiste apoderando de toda la pintura y me encantó.
Empecé a amar tu cabello suelto, tus vestidos de diferentes colores, los moños
o gorros que combinabas con tu vestido y aquel lápiz que si no lo tienes en la
mano lo guardas entre tu oreja y tu cabello.
»Comencé a
venir con mayor regularidad y mis estadías se alargaron...
»Oh, perdón.
Son los nervios. No puedo dejar de temblar y tú has de creer que estoy loco.
»Este...
Mira, intenté hacer unos dibujos de ti. Ni se acercan a los tuyos y debo
confesar que soy malo para dibujar narices...y manos...y caras.
»Mi doctor
quería que le enseñara una foto tuya. Me dijo “¿Pues cómo es esta chica que
hasta te cambia la cara?”. Pero nunca me han gustado las fotos. Llámame
supersticioso, pero siento que esas cosas te roban el alma.
»Oh, ¿te ríes
de mí? ¿Sabes que me rompes el corazón? Oh, no.
No me tomes enserio... Sonríe. Vuelve a sonreír.
»En fin,
apenas hoy tuve el coraje de acercarme. Puede ser un poco tarde pero más vale tarde que nunca. Yo, solamente,
quiero un dibujo tuyo. Quiero ver cómo me ves. Tú ves las cosas de diferente
manera, las ves como realmente son. ¡Por Dios! Cuando dibujaste a esos dos
chicos besándose casi me rompo a llorar. Retrataste aquel instante y su vida,
tal y como ellos nunca podrán imaginarse.
»Yo sé que no
soy guapo, que estoy pálido y tengo apariencia enfermiza. De hecho, es más que
la apariencia. Pero pronto no podré volver a verte y quiero de alguna manera
sentirte cerca. Quiero que me veas.
»Dibújame.
La chica se quedó
callada por un minuto. Mauricio estuvo a punto de irse cuando ella puso su mano
sobre la suya diciéndole «Quédate.» Luego, ella le cerró los ojos. Él pensó que
así era como ella lo quería dibujar entonces se dejó manipular. Después ya no
sintió su mano en la suya y la encontró en su mejilla. No quiso volver a abrir
los ojos por temor a que el sueño se acabara. Sus labios sabían a pastel de
limón.
Cuando abrió los ojos vio su vestido rojo
atravesando la avenida y perdiéndose entre la gente. No sabía cómo sentirse: si
feliz por el beso o triste porque ella se había ido, sin dejarle el dibujo que
tanto le pidió.
Se apoyó en la banca y sintió que algo se le
clavaba. Era el metal del encuadernado. Entonces lo hojeó y se encontró
retratado tantas veces que él se sorprendió de no haberla visto viéndolo. Él
paseándose, él comiendo, él dibujándola y, finalmente, un dibujo de ellos dos
besándose.
“Nos volveremos a encontrar, quizá en otra
vida”. Leyó debajo del dibujo.
Por: T.C.
Durán
Buena historia, un saludo! :)
ResponderEliminarTe odio.
ResponderEliminar