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Pop Jones le estaba diciendo al niño que aquel día no podía ver las noticias.
—Es
una orden especial, Ash. Hay que tener dieciocho años.
—Quiero
ver al marciano.
—Bueno,
no puedes. Y no es un marciano, propiamente. Piensan que debe ser una especie
de robot.
—Es el
hombre en Marte.
—Él, o
eso, lo que sea, es el portero de Marte.
Y Pop
Jones era el portero de la Tierra... más específicamente el portero de
Shepherds Lodge, el último orfanato no privatizado de Inglaterra. Remoto,
decrépito, superpoblado, exclusivamente masculino,
el lugar, como era de esperar, se había convertido en un Shangri La de la
pedofilia. Y, claro está, Pop Jones era pedófilo, como todo el resto del
personal. Para usar la jerga (algo confusa) era un pedófilo “funcional”, es
decir que su pedofilia no funcionaba. Pop Jones era
un pedófilo inactivo, a diferencia de sus colegas que eran hiperactivos. Jamás
había molestado a ninguno de los chicos a su cargo, ni una sola vez: nunca.
Este niño,
Ashley, que a sus nueve años de edad ya había sufrido mucho, dijo:
—Nos
llevan a la playa. Yo quiero quedarme y ver al robot.
—¡A la
playa! Recuerda de llevar tu bloqueador de estrellas.
—Pero yo
quiero tomar un baño de estrella.
—Vas a
coger una inestrellación.
—Quiero un
bronceado de estrella.
—¿Bronceado
de estrella? ¡Vas a volver todo quemado de estrella!
Ya nadie
lo llamaba Sol: la naturaleza de la relación había cambiado. Era el 25 de junio
de 2049, y en todos los televisores de la Tierra se vería la entrevista en vivo
con el portero de Marte. Afuera los chicos estaban formados en fila bajo el
toldo cuando llegó el primer autobús eléctrico. Cada uno de ellos llevaba
su paraguas blanco. Pop Jones se quedó tranquilo cuando vio que Ashley llevaba
los anteojos para estrella y el sombrero para estrella. Todos los chicos
miraban al cielo con los ojos entrecerrados. En cada boca había una cauteloso
desdén.
Hacía
nueve meses que había empezado la cosa.
El 30 de
septiembre de 2048, a las 12:45 del mediodía, hora de la Costa Oeste,
Incarnacion Buttruguena-Hume, la más abiertamente seductora de todas las
periodistas de los noticiarios de la CNN, recibió un mensaje encriptado en su
PDA. La computadora de Incarnacion no reconocía la cifra, pero luego la captó
rápidamente. El mensaje estaba escrito en código Blacksmith, que hacía un siglo
que no se usaba y ya se consideraba obsoleto en la Segunda Guerra Mundial.
Empezaba así: tCKBIaTCaAIaCaBTKaCa: Estimada Incarnacion. Una vez decodificado,
el mensaje decía:
PERDÓN
POR LA INTRUSIÓN, PERO ESTA NOCHE VOY A SALIR AL AIRE EN SU ESPACIO. TENGO
NOTICIAS PARA USTED. SOY EL PORTERO DE MARTE. HÁBLELE A PICK ALREDEDOR DE LAS
CINCO Y TREINTA.
Pick era
Pickering Hume, el marido de Incarnacion que, no por casualidad (como se supuso
de inmediato) trabajaba en los Departamentos de Relaciones Públicas y
Recolección de Fondos del IIE (Investigación de Inteligencia Extraterrestre).
Incarnacion llamó a Pick de inmediato a su oficina de Mountain View. Hablaron
de la trasmisión: ¿cuál de sus amigos –se preguntaban- sería el responsable?
Pero a las 17:31 Pick volvió a llamar. En un susurro le dijo que estaban
recibiendo una señal radial repetida, regularmente, en la línea de
hidrógeno de la Protuberancia Tharsis de Marte, en alfabeto Morse. El mensaje
en morse que llegaba desde Marte decía: PICK, LLAMAR A INCARNACION.
Eran las
cinco y cuarenta y cinco en Los Angeles. En quince minutos los satélites
estarían ocupados y todo el piso donde se encontraba el estudio de Incarnacion
estaba llenándose de astrónomos, cosmólogos, filósofos, historiadores, autores
de ciencia ficción, milenaristas, secuestrados por OVNIS, sacerdotes, políticos
y generales de cinco estrellas, reunidos para una historia que acababa de
empezar... que seguiría veinticuatro horas y así quedaría. Al dar las seis, la
pantalla se puso de color rojo herrumbre.
También
Pop Jones miraba, ese día, junto con
todos los demás adultos de la casa, convocados en el Salón de Actos por el
director, señor Davidge. Después de ponerse roja, la pantalla se puso blanca. Y
apareció el mensaje, de abajo hacia arriba como en una película serie B, con
tipografía catástrofe e inclinada hacia atrás. Decía:
“SALUDOS
DNA, DE HAR DECHER, EL ROJO, COMO LOS EGIPCIOS DE VUESTRO MUNDO LLAMARON AL
NUESTRO, O NERGAL, COMO LO LLAMABAN LOS BABILONIOS: LA ESTRELLA DE LA MUERTE.
SALUDOS DE MARTE. NUESTROS DOS PLANETAS TIENEN MUCHO EN COMÚN. NUESTRO CIRCUITO
DIURNO ES SIMILAR. LA OBLICUIDAD DE NUESTROS RESPECTIVOS NO ES MUY DIFERENTE.
USTEDES TIENEN OCÉANOS, UNA ATMÓSFERA, UNA MAGNETÓSFERA. NOSOTROS TAMBIÉN LOS TUVIMOS.
USTEDES SON MÁS GRANDES. ESTÁN MÁS CERCA, NOSOTROS NOS ENFRIAMOS MÁS
RÁPIDO. PERO LA VIDA EN NUESTROS PLANETAS FUE SEMBRADA MÁS O MENOS CON UNA
DIFERENCIA DE POCOS MESES. LA TIERRA TOMÓ LA DELANTERA TÉCNICA. NUESTROS
MUNDOS, COMO DIGO, SON SIMILARES, Y ALGUNA VEZ FUERON AÚN MÁS SIMILARES. PERO
NUESTRAS HISTORIAS DIFIEREN EN FORMA RADICAL Y ESPECTACULAR. AHORA TODA VIDA SE
HA IDO, HA DESAPARECIDO EN MARTE, Y YO SOY LO QUE QUEDA. YO SOY EL PORTERO DE
MARTE Y HE ESTADO OBSERVÁNDOLOS, VIAJANDO POR LOS CABLES PARA HACER CONTACTO
CON USTEDES EN EL MOMENTO APROPIADO. ESE MOMENTO HA LLEGADO. HABLEMOS. ESTARÉ
EN CONTACTO CON LA NASA SOBRE LAS VENTANAS DE LANZAMIENTO. TAMBIÉN ENVÍO
ALGUNAS INDICACIONES SOBRE LA FORMA DE SALIR DE VUESTRO POZO DE GRAVEDAD: ES UN
PROBLEMA DE COMBUSTIBLES. Y UNA SUGERENCIA SOBRE EL PROBLEMA DE LOS RAYOS
CÓSMICOS Y FORMAS DE REDUCIR LA TRIPULACIÓN. LLEGARÁN DUPLICADOS DE TODAS MIS COMUNICACIONES
A CNN Y AL NEW YORK TIMES. JUGUEMOS LIMPIO, POR
FAVOR. NUNCA ESTUVIERON SOLOS, AUNQUE CREÍAN QUE LO ESTABAN. ¿Y POR QUÉ IBAN A
CREER OTRA COSA? DNA, APRESÚRENSE. ESTOY IMPACIENTE POR VERLOS CON MIS PROPIOS
OJOS. VENGAN.
Bajo el
sucio paraguas blanco Pop Jones rengueó rápidamente por el patio. Miró hacia
arriba. Aunque su piel mostraba la palidez del viejo solterón, el rostro de Pop
Jones a menudo tenía un aspecto infantil, indeciso; esto, junto con su espalda
ligeramente encorvada, su voz aguda aunque no afeminada y su castidad, se
habían combinado para provocar su sobrenombre: Eunuco. Además, se llamaba
Enoch. A los chicos los trataba con tono bromista. Pero con sus compañeros
adultos Pop Jones era un portero de cabo a rabo; portero por
donde lo buscaran, siempre ocioso, severo, truculento, sumido en sí mismo. Y,
en su persona, ostentaba un descuido desafiante.
En lo
alto, la estrella titilaba en medio de una penumbra, como una de las cataratas
que tan prolíficamente dispensaba. El Sol no había cambiado. Lo que había
cambiado era el cielo. El Sol se había enfermado, pero todos decían que mejoraría.
Pop Jones subió rengueando la escalinata de la enfermería. Miró hacia atrás: un
cuadrado de césped con dos árboles antiguos, torcidos y aplastados por el
tiempo hasta adoptar la postura escatológica de una persona torturada por el
vómito. Shepherd Lodge parecía un campus más de la Universidad de Oxford visto
en una pesadilla.
Pop
Jones, orgulloso de su profesión, mantenía la casa como un sofisticado
laberinto de sudor y temblores, con los radiadores a veces helados, a veces al rojo,
las aulas como freezers o como crisoles. Una vez que se abría un grifo, pasaba
un rato hasta que empezaba a salir vapor o escarcha. Las cañerías se tapaban.
Las cerraduras se atrancaban. Todas las luces parpadeaban o chisporroteaban.
Pop Jones
pasó por la sala del oficial médico y echó una mirada de costado al viejo
depósito quirúrgico. También había un mini gimnasio, donde dos enfermeros
estaban frotándose talco en las manos para usar uno de los aparatos. Ellos
también se interrumpieron y lo miraron. Pop Jones percibía el zumbido del
aislamiento en sus oídos. Sí, pensó, una situación temible. Más que temible.
Todo el orden moral. Pero alguien tiene que... El paciente que había ido a ver
era un chico de once años llamado Timmy. Timmy sufría de varios problemas de
aprendizaje (siempre se lastimaba por sus caídas o por golpes contra las paredes),
y Pop Jones sentía cierta ternura por él.
Muchos de
los chicos de Shepherds Lodge eran algo pervertidos, si no abiertamente
corrompidos. La verdad era que en noches cálidas el lugar daba la sensación de
un burdel de la posguerra, con los chicos en pijama sentados unos sobre otros con
las piernas abiertas en el alféizar de las ventanas, acicalándose el pelo, leyendo
catálogos de venta por correo mientras escuchaban el rasgueo de una guitarra...
Timmy no era así. Encerrado en su propia mente, poseía una inviolabilidad que
todos habían respetado. Hasta ahora. Pop Jones y Timmy eran puros: eran los
inocentes. Ése era su vínculo. Seamos claros:
no es sólo la niñez lo que atrae al
pedófilo. El pedófilo, por alguna razón, desea el conocimiento carnal de los
ignorantes de la carne; un encuentro especialísimo, que involucra una pérdida
de significado. En el caso del niño, por supuesto, ese significado perdido no permanece
perdido, sino que se queda para siempre.
En cierto
nivel Pop Jones percibía la naturaleza de esta disparidad, esta prioridad, que
lo mantenía en una rectitud a medias. Apenas un pequeño contacto, de vez en
cuando. Su uso de los agujeros para mirar duchas y vestuarios estaba ahora
estrictamente racionado. El número de veces por mes que revolvía en los
canastos de ropa sucia podían contarse con los dedos de una mano.
—¿Cómo te
sientes hoy, mi niño?
—Coche
—respondió Timmy.
Timmy
estaba solo en la sala de seis camas. Había un televisor en un soporte alto en
la pared de enfrente: mostraba el planeta Marte, que ahora llenaba la mitad de
la pantalla, y seguía acercándose.
—Timmy,
trata de recordar. ¿Quién te ha hecho esto?
—Casa
—respondió Timmy.
El chico
no estaba en la enfermería por una de sus lastimaduras diarias, normalmente una
quemadura o una torcedura de tobillo. Timmy estaba allí porque había sido
violado. Tres días antes. El señor
Caroline lo había encontrado en el pasillo de las herramientas del jardín,
tirado entre dos tarimas, sollozando. Y desde entonces Timmy había caído en el mutismo
semiautista de sus dos primeros años en ShepherdsLodge: el estado del que Pop
Jones y otros creían haberlo sacado. La flor se había abierto parcialmente, y
ahora se había cerrado otra vez.
—Timmy,
trata de recordar.
—Suelo
—dijo Timmy.
La
violación –las relaciones sexuales placenteras no consentidas con un menor- era
un caso extremadamente raro en ShepherdsLodge: la violación no existía si se
consideraba todo lo que el personal respetaba y honraba. El sexo entre personas
de distintas generaciones y mismo sexo, en esa masa gótica en la ladera verde
de la frontera galesa, era naturalmente el pan de cada día, pero tenían un
sistema de creencias que la explicaba. El precepto inicial era que a los niños
les gustaba.
—¿Quién
te lo hizo, Timmy? —insistió Pop, porque Timmy era perfectamente capaz de
identificar y de alguna manera nombrar a cada uno de los miembros del personal.
Al director, señor Davidge, lo llamaba “Day”. Al señor Caroline, “Ro”. A Pop
Jones, “Jo”. ¿Quién lo había hecho? Todos, incluido Pop, se inclinaban hacia
una sospecha inmanejable: lo había hecho Davidge. No había duda. La última
vez que había sucedido algo así (en realidad un caso un mucho menos grave,
un “manoseo inapropiado” a un chico temporariamente enviado desde Birmingham),
Davidge había insistido en la investigación con el rigor de un corso. Pero la
investigación del ataque a Timmy se postergaba extrañamente: habían pasado tres
y no se había practicado más que un análisis de dilatación anal en Timmy.
Davidge se encogía de hombros y respondía con evasivas, de manera que el tema
se iba diluyendo, pensaba Pop Jones. En esto el portero estaba solo. Y sentía
que su fuerza moral estaba al borde del colapso. Los únicos murmullos de apoyo
le llegaban de un chico de once años llamado Ryan, que estaba confundido e
indignado y que era actualmente el preferido
de Davidge (y por lo tanto el blanco de todas las miradas en el Pabellón B).
—¿Fue...
“Day”? —preguntó Pop, inclinándose sobre el chico.
—Perro
—dijo Timmy.
Los dos
enfermeros, esos dos repugnantes sádicos en camisetas sin mangas, resoplaban y
jadeaban rítmicamente.
—Perdón.
Perdón, señor Fitzmaurice, por favor. Debe apagar el televisor. Hoy los chicos
tienen prohibido mirar el noticiario. Es una OO: Orden Oficial. Del Jefe de
Departamento.
Los dos
enfermeros se miraron con una sonrisa procaz y no respondieron.
—Hay que
desconectar el televisor.
Fitzmaurice
se sentó en su banco y gritó:
—Si hago
eso se cae todo el sistema. Todos los televisores de este edificio de mierda.
Pop
Jones, como portero, debía aceptar la lógica de esa respuesta.
—Entonces
habrá que retirar al chico —dijo—. La trasmisión puede ser muy inapropiada para
los niños. Puede haber malas palabras.
Con un guiño
divertido pervertido Fitzmaurice dijo:
—¿Malas
palabras?
—Al menos
pueden anular el sonido. Nadie sabe lo que sucederá allá arriba.
Fitzmaurice
se encogió de hombros.
—Coche
—dijo Jimmy.
Pop Jones
miró el televisor. Ahora Marte ocupaba toda la pantalla.
Ese día
muchas preguntas tendrían respuesta. Entre las más urgentes (en la opinión de
muchos) estaba: ¿Por qué ahora? ¿Qué era el “cable trampa”? ¿Cómo se explicaba
el “timing” del contacto del portero de Marte?
Parecía
significativo, o perverso, por dos razones. Ya en 2047, después de muchas
investigaciones y vuelos espaciales de prueba, la NASA había completado la
primera misión tripulada al Planeta Rojo. Los cosmonautas terráqueos pasaron
tres meses en el Planeta Rojo y volvieron con casi media tonelada de muestras.
Se realizó un análisis preliminar de este material y se completó e hizo público
en el otoño del 2048, que no dejó lugar a dudas. Era cierto: la capa de
permafrost probaba que el agua alguna vez había fluido en la superficie de
Marte, y en estupendas cantidades, como lo probaban las huellas de inundación
en los desfiladeros y valles. Pero por otro lado la misión Sojourney 3 no encontró nada que desdijera el veredicto de esterilidad
eterna. De manera que quedaba la pregunta: ¿por qué no se había hecho contacto entonces? En el ínterin habían
entrado en órbita 1.500 nuevos satélites de telecomunicaciones; como lo señaló
el portero de Marte en una de sus primeras comunicaciones: la Tierra se había
tapiado a sí misma. Hubo que hacer estallar quinientos satélies en el cielo
para abrir camino al Sojourney 4.
La
segunda coincidencia tuvo que ver con ALH84001. ALH84001fue la primera piedra
grande, de color verdoso, encontrada en la Antártida en 1984, analizada en
1986, y discutida durante más de medio siglo. Pero su historia era más grande,
más extraña, y sobretodo más larga. Alrededor de 4.500 millones de años antes
ALH84001 era un residente subterráneo anónimo del Marte primordial;
4.485millones de años más tarde algo de gran tamaño chocó con Marte sin hundirse
a mucha profundidad y ALH840001 fue parte del material que saltó; durante los
14.987.000 años siguientes siguió una órbita solar antes de caer en un
aterrizaje forzoso. 13.000 años más tarde,un cazador de meteoritos llamada Roberta Star chocó con ella y comenzó la
controversia. ¿ALH84001 llevaba huellas de vida
microscópica?
La respuesta llegó, finalmente, en abril de 2049... dos meses antes que el
portero de Marte hiciera su entrada. Y la respuesta fue NO. Los componentes
orgánicos de ALH84001(magnetita, greguita y pirrotita) resultaron ser meros
hidrocarburos aromáticos policíclicos, es decir no biológicos. Aparentemente
Marte no podía sostener la vida de la mitad de un gusano ni cien veces más delgado
que un pelo humano. Así de muerto parecía estar Marte.
Permítanme que les recuerde que estas imágenes... desde la cámara
en la parte delantera del cohete. Falta una capa de ozono... efectivamente
esterilizada por la radiación solar ultravioleta. La atmósfera.... más tenue
que nuestros mejores vacíos de laboratorio. Se puede ver a Fobos, la más
grande... a sólo unos 4.500 kilómetros de distancia comparada con nuestra
Luna... Deimos, el segundo satélite, está más arriba... tan brillante a la
vista como Venus...
A través de los años, el sillón que había en la habitación terriblemente
antigua de Pop (con sus latas de conserva y sus vasos empañados), delante del
televisor, se había impregnado de sus efluvios . Cualquier otra persona que se
hubiese sentado en ese sillón hubiera sucumbido de inmediato a las náuseas y
hubiera saltado de allí como de un asiento eyector. Pero Pop no: en su
sillón se sentía completamente vivo. Véanlo ahora, recorriéndose los dientes
inferiores con la lengua, mientras miraba la pantalla con esa mezcla de miedo y
admiración que sólo reservaba para la más sincera y exacta pedografía, muy
fácil de encontrar en cualquier quiosco de Shepherds Lodge (y que habitualmente
marcaba a sus habitantes).
Ya había visto antes esta imagen... todos la habían visto: el
color rojizo oxidado ante un horizonte extrañamente cercano. Pero ahora, en cierto
sentido, el planeta era un Marte vivo, y la vida lo llenaba de amenazas por
todas partes. La ligera niebla parecía grasa en el carmesí color carne del
regolito, y las formas parecían moverse y cambiar en las penumbras de los
precipicios...
Por un segundo desapareció la imagen. Luego volvió a oírse la voz
de Incarnacion Buttruguena-Hume, cálida, con esa extravagante calidad humana: En varios sentidos Marte es un mundo
pequeño. Su superficie es un tercio de la nuestra, su masa sólo una milésima
parte. Pero en otro sentido Marte es un mundo grande. Sus precipicios... que
los nuestros, sus picos son más altos. Ahora vemos el Monte Olimpo, tres veces más
alto que el Everest, pero con una ladera de declive tan suave que no proyecta
sombra. Se parece a los volcanes de... me acaban de informar que esta nave ya
no está bajo nuestro control. Nos están llevando. Ahora... ahora...
Y era visible: en absoluto silencio pero con un esfuerzo que estremecía
al firmamento, la montaña se abría... ahora sus flancos superiores se
inclinaban hacia atrás como un nido lleno de polluelos titánicos esperando
comida con los picos abiertos. La nave delantera, Nobel 1, evolucionaba
con esfuerzo sobre estos bastiones, y luego cayó a plomo. La siguió Nobel
2. Durante el
descenso, Pop Jones sintió que estaba en un ascensor que bajaba hasta las
entrañas del edificio, que vibraban intensamente a su paso, y demasiado rápido:
con toda la ávida aceleración de la caída libre.
Todas las pantallas de televisión de la Tierra estaban negras. Y luego
aparecieron estos numerales de color verde pálido: 45:00. Y continuaron con:
44.59, 44.58, 44.57...
En realidad pasó dos veces ese tiempo antes de que sucediera nada.
Apareció una luz débil y la cámara se sacudió, consternada, como si la hubieran
arrancado de un largo sueño. Había sombras, figuras. Se oían murmullos y toses.
Y uno de los números dejaba oír en voz muy alta: ¡Hola!... ¡Hola!... Hola...
Aquí todo bien. Hemos estado esperando en este... recinto. Las
naves se han acoplado sin problemas y simplemente hemos seguido las flechas.
Uno de los científicos laureados se cayó hace un momento, pero no se lastimó. Y
por un momento Miss Mundo tuvo un problema menor con su provisión de aire.
Llevamos trajes tramados calentados con filamentos y...
Por supuesto se había suscitado una enorme controversia sobre quiénes
irían y quiénes no a conocer al portero de Marte. Cualquier terráqueo podía ir.
Al fin y al cabo ya no había nada atemorizante, ni siquiera exótico en los viajes espaciales. En las
décadas del 30 y el 40, antes de que los satélites realmente se multiplicaran,
el turismo lunar se expandió hasta tal punto que partes de la superficie de la
Luna se parecían ahora a un ventoso Torremolinos. Es verdad que la Luna estaba
a menos de 400.000 kilómetros, y Marte, en la oposición del momento, a casi dos
millones. Pero cualquiera podía ir. Nunca había sido tan difícil conseguir
pasaje. Había sesenta y cinco asientos. Y siete mil millones de personas en la
fila.
Tuvieron que enfrentarse no sólo entre ellos sino también con el portero
de Marte, quien, en una serie de comunicaciones, se había revelado como un
estipulador rápido y abrasivo. Al principio, por ejemplo, se había negado a dar
su aprobación a clérigos o políticos. Más tarde, presionado por un masivo
referéndum a encontrar un par de asientos para el Papa y el presidente de los
Estados Unidos, el portero de Marte no hizo reír a nadie cuando mandó el
siguiente correo electrónico al New York Times, obligando a ese periódico a romper
un tabú muy antiguo: “publicar la obscenidad completa”, y advirtió, “o me
cambio al Post”: “No me manden boludos, ¿eh?
Nada de boludos. Únicamente talento”. Quería científicos, poetas, pintores, músicos,
matemáticos, filósofos, y “algunos ejemplos de belleza masculina y femenina”.
No quería otros media que Incarnacion
Buttruguena-Hume (y su camarógrafa, y también podía traer a Pick). El forcejeo
siguió hasta la cuenta regresiva en Cabo Cañaveral. Finalmente había veintiocho
laureados en ciencias exactas a bordo delos Nobel 1 y 2, varios súper
modelos, Miss Mundo, miembros del personal de la NASA, y varios investigadores
y comunicadores de diversas ramas de las Humanidades.
El portero de Marte se había obstinado mucho con Miss Mundo,
aunque el concurso que ella había ganado ahora era un asunto oscuro, discutido
entre unos doscientos espectadores en el Marriott del aeropuerto de Buffalo. Esta
debilidad del portero —por las malas palabras y el sarcasmo duro— fue tema de
mucha discusión entre los terráqueos y causa de mucha inquietud. Aun aquellos
que compartían la debilidad del portero parecían sentir una brecha en el decoro
cósmico básico. El psicólogo pop, Udi Ertigan, tranquilizó muchas conciencias
con la siguiente sugerencia (pronto adoptada como actitud general): “Veo aquí
una mezcla de estilo alto y estilo bajo. El estilo alto se siente programado,
el bajo adquirido. ¿Adquirido por quién? ¡Por nosotros! Nuestras transmisiones
de TV salen al espacio con la velocidad de la luz. ¡Estamos frente a un robot
que ha visto muchas películas! Pero no había que engañarse: el portero de Marte
era real. Al principio los desconfiados dudaron y los oportunistas
aprovecharon. Pero el portero de Marte definitivamente era real. Sus breves
informaciones introductorias sobre el congelamiento del combustible habían revolucionado
la aeronáutica. Y cada dos semanas incursionaba en una disciplina tras otra con
los mordaces memos sobre temas tales como la síntesis de las proteínas, la
fuerza de Coriolis, la teoría del congelamiento lento, el cálculo del tensor,
el caos y la entropía K, la gastrulación en biología evolutiva, las variables
sentenciales, la catátrofe de las mariposas, el número Champernowne y el Entscheidungsproblem. El
portero de Marte había prometido revelar una fórmula para la fusión en frío
(“No soy un experto”, escribió, “y tengo algunos problemas para simplificar la
matemática a vuestro nivel”), y una cura para el cáncer. (“¿O algo sobre la
prevención? ¿O sobre la remisión?”)
“La gerontología de ustedes”, observó, “está en la infancia. Trabajando
juntos podemos duplicar la esperanza de vida en el curso de una década”. Nadie
podía hacerlo hablar sobre temas cosmológicos ni sobre la historia de Marte.
Decía que de esas cosas “no se podía hablar por teléfono”, y, además, no quería
“desmerecer el viaje”. “Pero puedo decir lo siguiente: Las teorías del Big Bang
y de La Creación Continua son erróneas. O, para decirlo de otra manera, son
correctas pero incompletas. Me da dolor verlos caer nuevamente en la aparente
paradoja de que el Universo es más joven que algunas de las estrellas que
contiene. Ésa es la pista Uno.”
Iain Henryson, profesor lucasiano en la Universidad de Cambridge,
describió la matemática que acompañaba este memo como “inefable. En todo
sentido”. El portero de Marte era a menudo petulante, insensible, humorístico y
agrio, y con frecuencia profano. Pero la Tierra confiaba en su inteligencia,
creyendo, como había creído siempre, en la indivisibilidad última de lo
inteligente y de lo bueno. De cualquier manera era un momento de esperanza para
el planeta azul. La revolución de conciencia durante las primeras décadas del
siglo, una segunda Ilustración que estaba relacionada con la autopercepción
como especie, por fin ganaba terreno político. Ninguno de los desastres
bioesféricos había seguido adelante ni había sucedido. La humanidad todavía
hacía agua, pero todos los niveles habían dejado de subir y algunos habían
comenzado a descender. Y por primera vez en la historia registrada de la Tierra
no se libraban guerras en su superficie. Por lo tanto Pop Jones se acomodó en
su sillón con el mejor estado de ánimo. Si las cosas se ponían difíciles iría a
ver a Davidge para que hiciera trasladar a Timmy a medio tiempo, es decir
durante el intervalo exigido por el portero de Marte.
Llevamos trajes tramados y calentados con filamentos, con carga de
aire autónoma, pero según los instrumentos del Coronel Hicks el aire es
respirable y la temperatura está ascendiendo. Estuvo cerca de 0 grados
centígrados pero ahora evidentemente sólo se puede decir que está fresco. Y húmedo.
Estoy quitándome el casco... Sí. Parece que está todo bien. La gravedad está a
un gramo. No tengo sensación de liviandad ni de vacío. Por lo que parece estamos
en un área de recepción, pero nuestras luces no funcionan y hasta hace un
minuto teníamos muy escasa iluminación. Oigo...
Lo que se oía era el chillido de remaches y goznes torturados y de
pronto apareció en lo alto de la pared un rayo de luz oblongo, que se ensanchó
por un momento cuando pasó una sombra frente a él. Luego se cerró la puerta y
se restableció la oscuridad. Pop Jones hizo un gesto afirmativo, como aceptando
algo. Ya fuese el portero de Marte un auténtico marciano o no (después de
tantas especulaciones: no un engaño, ¿pero tal vez un cebo?), Pop pensaba
que era un auténtico portero. Ahora, apagar nuevamente la luz, pensó Pop, y la calefacción.
Escuchó atentamente, esperando oír el tintineo de los baldes, el ruido de las
grandes llaves en las cerraduras húmedas. Pero sólo oyó ruido de pasos. Luego
se encendieron todas las luces de una manera brutalmente repentina, que hería
los ojos.
—Bienvenidos, DNA. De manera que ésta es la doble hélice en la turbina
de la izquierda. DNA, les presento mis saludos.
Al enfocar se veía al portero de Marte sentado ante una mesa sobre
una tarima: un inconfundible robot con mameluco azul marino, camisa y corbata.
Su rostro era un pico de metal bruñido dramáticamente, desprovisto de otros
rasgos, las manos como garras, intrincadas, nerviosas. El acento no era
extraño: norteamericano y de educación mediana. Hablaba como un entrenador
deportivo... un entrenador deportivo que les hablaba a otros entrenadores de
menor categoría. Pero no tenía boca por donde hacer salir las palabras, el sonido
era zumbante, metálico: un chirrido interior. El portero de Marte arrojó una
carpeta vacía sobre la mesa y dijo:
—Señoras y señores, pido disculpas por el estado de estos modestos
muebles. Este recinto lo construí yo hace casi exactamente un siglo, el 29 de
agosto de 1949: el día en que se hizo evidente que en la Tierra había dos
combatientes con armas nucleares. Siempre pensé en reciclarlo. Pero, carajo,
nunca... Seres humanos, por favor no pongan esa cara. Miss Mundo, no arrugue la
nariz. Y perdonen, en general que no se cumplan sus expectativas de grandeza.
Existe una censura cósmica. Pero el universo es profunda y esencialmente profano.
Creo que se admirarán de algunas de las cosas que voy a decirles. Sin embargo,
otras serán las emociones predominantes. Emociones como miedo y desprecio. O,
digamos mejor, terror y asco. Bien, primero... el pasado.
En ese momento ya se habían ubicado dos cámaras orientadas en
direcciones opuestas en la base del podio. Se veía al portero de Marte, y
además se veía al público (la gente estaba sentada en sillas de lata en un
salón ceniciento, con revestimiento de madera, cortinas grisáceas en las falsas
ventanas, las banderas norteamericana y soviética). Sentados en primera fila
estaban Incarnacion Buttruguena-Hume y su esposo, Pickering. Incarnacion levantó tímidamente la mano.
—Sí, Incarnacion.
Ella se ruborizó, esbozó una sonrisa y dijo:
—¿Puedo hacer una pregunta preliminar, señor?
El portero de Marte hizo un mínimo gesto de asentimiento.
—Señor, hace sólo dos años hubo seres humanos en el umbral
de este planeta. ¿Por qué...?
—¿Por qué no me di a conocer entonces?
Hay una buena razón: el cable trampa.
Tengan paciencia, por favor. Todo se aclarará. Volviendo al programa: el
pasado...
Para recapitular: la Tierra y Marte son satélites del enano
amarillo de segunda generación, rico en metales, de la secuencia principal en
el disco medio de la Vía Láctea.
Nuestros
planetas se formaron hace unos cuatro mil millones y medio de años. Nosotros,
más pequeños y más expuestos, nos enfriamos más rápido. Con lo que podría
decirse que empezamos antes. Con algo que sonó como una risita divertida o tal
vez burlona, el portero de Marte se recostó en el respaldo de su asiento y
juntó sus delgadas garras.
—Bien. Los dos teníamos la misma química prebiótica y fuimos polinizados
por el mismo cometa de período largo: el Cometa Alfa, así lo llamamos en Marte,
que visita el sistema solar cada 113 millones de años. Una vez establecida la
vida en la Tierra, ustedes pasaron por el proceso que con mucha indulgencia
llaman “evolución”. Mientras que nosotros nos pusimos en actividad mucho antes.
En apenas 300 millones de años. Mientras ustedes no eran más que una pútrida
y purulenta enfermedad. Un asqueroso germen maloliente en la costa. Y les aseguro
que nuestra experiencia era más típicamente planetaria: la complejidad
autoorganizada, con un impulso teleológico sin remordimientos. La civilización
marciana floreció, con algunos altibajos, durante tres mil millones de años, y
llegó a su... ¿digamos a su apoteosis?, a su clímax hace 500 millones de años,
cuando, según decían, los dinosaurios regían en la Tierra. Cuarenta y tres
millones de años más tarde se extinguió la vida en Marte, y yo, ya emplazado,
fui activado.
Miss Mundo dijo:
—Señor, ¿podría decirnos qué aspecto tenía la gente de Marte?
Aunque la pregunta era clara, el portero de Marte se estremeció por
un segundo.
—No éramos distintos de como son ustedes ahora, al principio.
Un poco más altos y flacos, y con más pelo. No excretábamos. No dormíamos.
Y por supuesto vivíamos mucho más que ustedes... incluso al comienzo. Esto
explica muchas cosas. Es que el DNA sólo sirve de algo a partir de los veinte
años, y a partir de los cuarenta el cerebro de ustedes comienza a pudrirse. La
esperanza de vida promedio en Marte era por lo menos de doscientos años, aun
antes de que comenzaran a prolongarla. Y por supuesto practicamos una bioingeniería
agresiva desde una etapa muy temprana. Por ejemplo, pronto desarrollamos una
tecnología neurológica de circuito integrado. Lo que ustedes llaman telepatía. La estoy usando ahora, aunque
he agregado una voz para los teleespectadores. ¿Perciben una leve resonancia
metálica dentro de la cabeza? Tal vez les interese enterarse de que los
pensamientos tienden al infinito y que viajan a la velocidad de la luz.
El portero de Marte se puso de pie, con un ruido terrible de su silla
de metal que provocó un gesto de aprobación de Pop Jones mientras extendía la
mano para tomar la lata de Bovril y una cuchara. En esta etapa los sentimientos
de Pop por su colega marciano tenían muchos puntos de apoyo: desde la
solidaridad hasta la admiración por alguien a quien consideraba un héroe. La
actitud brusca de no permitir pasar, la expresión poco hospitalaria de sus
ojos; y había algo más, algo más sutil, que a Pop le parecía la quintaesencia
del arte de la portería: el estado de alerta ante la amenaza
del esfuerzo. Eso
era. Ha llegado el día, pensó. El día en que por fin los porteros...
—Bien, el tiempo apremia —dijo el robot con cierta dureza (quizá considerando
que su público había hecho un viaje de cuatro meses y medio para verlo).
Incluidas las suelas de crepé de sus zapatos, el portero de Marte no medía más
de un metro con cincuenta. Pero transmitía una formidable convicción, una
autosuficiencia metálica.
Se movía
como un ser vivo, pero de ninguna manera sería posible confundirlo con un ser
vivo. Es verdad que el rostro tenía una expresiva gama de actitudes y grados de
exaltación, pero no había nada propio de un ser humano, ni siquiera de un ave,
nada que fuera ni remotamente orgánico en su severidad. Se acercó al borde del escenario
y dijo:
—No transformemos esto en una sesión de preguntas y respuestas. Yo
tengo un programa que cumplir aquí. Iremos por partes y examinaremos nuestros
respectivos viajes paralelamente.
Entonces: hace tres mil setecientos millones de años aparece la semilla
de la vida. Hace tres mil cuatrocientos millones de años, como he dicho, los
marcianos están en actividad. “Cazadores y recolectores” es el eufemismo que
ustedes usan por “carroñeros”, que se acerca más a la verdad. En esta etapa,
por supuesto, ustedes todavía son una burbuja de pedos. Materia pegajosa. Yogur
macrobiótico dejado al Sol. Pasan cinco siglos: Marte ya está íntegramente
industrializado. Otros cinco, y entramos en lo que ustedes llamarían nuestra
fase pos-histórica. Nosotros la
llamábamos Riqueza Total. En esta etapa lo único que ustedes logran hacer es
ensuciar los estuarios y los lechos de los ríos, pero entre tanto en Marte
estamos en la gravedad cuántica, la luz fatigada, el poder del cromo, la superposición
de las ondas y la ortogonia. Éramos dueños de nuestro hábitat, ya que nos
habíamos liberado de todos los animales, de los océanos y así sucesivamente, y
las fluctuaciones troposféricas que ustedes llaman clima. En otras palabras:
estábamos listos.
—¿Listos para qué? —preguntó alguien.
—No soy más que un portero, ¿verdad? no soy que más que un... robot. Cuando me fabricaron, en Marte no
se distinguía entre lo sintético y lo orgánico. Cada uno de nosotros era una
mezcla, semieterealizada, autoduplicante. La división natural/mecánica pertenecía
a los antiguos recuerdos. Pero esto que ustedes ven es un robot. Un robot... vulgar y silvestre.
Es como si, en la Tierra, en el año 2050, una empresa como Sony produjera un
gramófono con una caja de púas de repuesto y una trompetilla de estaño.
—El portero de Marte se interrumpió, moviendo la cabeza inclinada.
Luego levantó la mirada.
—Y sin embargo los que me fabricaron, con inteligencia hiper... En
fin. En los últimos millones de años he tenido acceso a una fuente de información
que no poseían los anteriores habitantes de este planeta. Y con esa perspectiva
está claro que Marte era un mundo absolutamente mediocre y vulgar en su tipo.
Un mundo Tipo-V, y hacía lo que invariablemente hacían los mundos Tipo-V en la
fase pos-histórica.
—Señor —dijo Incarnacion—, perdón, pero, ¿esto es un sistema de
grados? ¿Qué es un mundo Tipo-V?
—Un mundo que ha explotado a su estrella.
—¿Y la Tierra qué tipo de mundo es?
—Un mundo Tipo-Y.
—¿Qué son los mundos Tipo-Z?
—Mundos muertos. Pero me estoy yendo por las ramas. Ustedes se
ponen pos-históricos y la pregunta es “¿Y ahora qué?”. Como dije, hace 3.399
millones de años, los marcianos eran los dueños de todo lo que veían. Estaban
listos. ¿Listos para qué? Listos para la guerra.
El robot emitió esta frase en el aire húmedo, sobre las hileras de
sillas metálicas.
—Sí, así es. Marte, el Planeta de la Guerra. Enhorabuena. Uno sólo
llega a alguna parte cuando sigue su impulso artístico. Hasta puede llegar a
las lunas. Lo que voy a decir es una cita: “Dos estrellas menores, o satélites,
giran alrededor de Marte, de las cuales la más cercana está a una distancia del
centro del planeta de exactamente tres veces su diámetro; la más externa está a
cinco”. Esta cita no pertenece a uno de los primeros terráqueos observadores de
Marte, algún imbécil como Schiaperelli o Perceval Lowell, sino a los Viajesde
Gulliver: Fobos y Deimos.
Eso es. Miedo y Pánico. Hasta es emomento no había existido
ruptura alguna en la armonía de Marte. El gobierno mundial, firme pero sabio,
avanzaba sin fricciones. Nunca hubo esos escarceos y riñas que abundaban entre
ustedes. Marte había ensayado la paz, pero ahora el momento parecía bueno. ¿Qué
otra cosa se podía hacer? Nos dividimos,
casi arbitrariamente, en dos alas. Estábamos listos. Una parte llamaba a la
otra “Gente del Miedo”. Y los otros los llamaban a ellos “Gente del Pánico”. No
había una sola voz en contra en todo el planeta. Absolutamente todos estaban a favor.
Imagínense dos cultos bélicos japoneses superfuturistas, con arquitectura de
Albert Speer. Creo que así tendrán alguna idea.
”Adquirimos un ritmo. Carreras armamentistas seguidas de conflictos
masivos. Nos incitábamos unos a otros con todo tipo de armas superexóticas en
sucesiones deliciosamente elaboradas de amenazas, fintas y contragolpes. Pero
finalmente nada pudo igualar al intercambio termonuclear. Siempre terminábamos
arrojándonos uno al otro lo que teníamos a mano, en despliegues de nuestros arsenales.
Después de cada devastación, reconstruíamos hasta la próxima devastación. Nadie
se quejaba. Hacía mucho que existía la cultura de los refugios. A los heridos
los dejaban como nuevos. Y a los muertos simplemente los resucitaban... excepto
en casos de evaporación directa. Tomaban sus inviernos nucleares como algo
natural. Los períodos de paz duraban siglos. Las batallas terminaban en una
tarde.”No parece muy racional, ¿verdad? Más tarde argumentaron que era una
etapa necesaria en nuestro desarrollo militar. Se sentían... ricos en tiempo.
No sabían (como yo sé ahora) que esto les sucede a todos los mundos Tipo-V en
la fase pos-histórica. Sin excepción. Se vuelven locos.
”La Guerra de Hidrógeno de las Dos Naciones duró 112 millones de
años, y fue seguida, seis meses después, por la Guerra de los Setenta Millones
de Años, en la cual el uso de armas de gravedad cuántica incrementó la potencia
de fuego en ambas líneas geométricamente. En esta época otro factor asolaba la
salud mental de los marcianos. Pero ésta no es una palabra muy adecuada. Digámoslo
así: en Marte todos creían en un futuro infinito. Y en un contexto Tipo V eso
siempre causa un desequilibrio mental. Hubo todavía otra gran guerra, la Guerra
de la Gran Fuerza, que se arrastró durante 284 millones de años. Cuando
salieron de ésa, la impresión general era que Marte estaba en una especie de
rutina. De manera que decidieron dejarse de joder. En esta etapa ustedes
todavía estaban haciendo la buena imitación de un tanque séptico.
”En primer lugar teníamos asuntos que atender en nuestra propia
casa. La gente del Miedo y la Gente del Pánico se unieron para enfrentar un
enemigo común. Un enemigo cercano.”
El portero de Marte guardó silencio; su cabeza, con su arco de acero,
tenía una actitud interrogativa. Vladimir Voronezh, uno de los rusos laureados
(su campo era la formación de las galaxias), fue el primero en hablar:
—Mi querido señor, tengo la impresión de que usted quiere decirnos
que alguna vez hubo vida en otro lugar del sistema solar.
—Por cierto. Ustedes tienen que perder la costumbre de pensaren el
“milagro” de la vida, el estupendo “accidente” de la inteligencia, etcétera.
Puedo asegurarles que en este universo la cognición no vale un puto comino.
Marte, como planeta Tipo V, era extremadamente insular en su fase de Riqueza
Total. No había interés en la exploración del espacio profundo, a pesar de la
tecnología adecuada. Pero éramos perfectamente conscientes de la coexistencia
de dos mundos Tipo W: Júpiter y...
—¿Júpiter? —El que habló fue lord Kenrick Douglas (fuentes cuasi-estelares
de radio). Señor, nosotros algo sabemos del sistema solar.
Júpiter es un gigante de gas. Está rodeado de nubes gélidas de 900 kilómetros
de profundidad sumergidas en un casco de hidrógeno líquido. Nuestras pruebas
suicidas nos dicen que no hay superficies sólidas en ese planeta. ¿Podría
decirnos qué aspecto tenían los jovianos? ¿Medusas con escafandras,
seguramente?
Este chiste provocó algunas risas nerviosas. El portero se puso tenso
al oírlas: no estaba ofendido sino concentrado, lleno de eficiente curiosidad.
Dijo:
—¿Puedo hacerle yo una pregunta a usted? —Parecía
dirigirse a Miss Mundo.
—Los que se rieron, ¿lo encontraron cómico o maligno? No, no
importa. Permítame decirle, señor Laureado con el Premio Nobel, que Júpiter no siempre fue un gigante de gas.
Originariamente era mucho más pequeño y más denso. Una capa de piedra sobre una
médula de silicato de hierro. Pero eso fue antes de que se metieran con Marte. ”¿El
sistema de tormentas que ustedes llaman la Gran Mancha? ¿La mancha del tamaño
de la Tierra en su trópico sur? Ese fue el punto cero para un aparato NH4 que
mandamos hacia allá.
—¿Amoníaco? —preguntó Voronezh. Le brillaban los ojos.
—Sí. Es algo de lo que estuvimos muy orgullosos por un tiempo. Convertimos
su lugar en una gran bomba fétida, sin cambiar su masa. Para evitar problemas
de perturbación más abajo en la línea. En esa época algunos dijeron que la
guerra con Júpiter podía haberse esquivado perfectamente. Otros opinaban que la
reacción de Marte había sido exagerada. Al fin y al cabo era un planeta de Tipo
W, a millones de años de distancia de alguna posibilidad seria de amenaza. Sea
como fuere, la Guerra con Júpiter se redujo a seis meses. Pero entonces
percibimos que en otro sector nos habían perdido el respeto, y dirigimos
nuestra atención a...
—No me lo diga. A Venus.
—Dirección equivocada. No,
a Venus no. A Ceres. El portero de Marte esperó.
Fukiyarha dijo prolijamente:
—Ceres no es un planeta. Es la roca más grande en el cinturón de
asteroides.
Estudiando serenamente las puntas de sus garras el portero de Marte
dijo:
—Sí, es cierto. Se pusieron agresivos y... —se encogió de hombros
y agregó—: Cuando nuestra fuerza expedicionaria regresaba de Júpiter, recibió
una transmisión ambigua de Ceres, otro mundo de Tipo W, aunque muy inferior a
Júpiter. Es posible que en la exaltación del momento el comandante marciano
haya percibido equivocadamente un matiz de sarcasmo en el mensaje de tributo de
Ceres. De todos modos la Guerra con Ceres terminó esa misma tarde.
Después, durante varias semanas, en nuestro planeta reinó una paz llena
de inquietud. Se hicieron planes para dar un golpe preventivo ala Tierra.
Algunos marcianos sentían que allí había potencial agresivo. Porque... Bien. Había
acción en el planeta azul.
Fotosíntesis. Disociación fotoquímica del sulfuro de hidrógeno, nada menos. La
energía de la luz rompía los vínculos juntando el oxígeno con el hidrógeno y el
carbono. Las bacterias se transformaban en cianobacterias. ¡Abran paso! La
Tierra está que arde. Pero entonces sucedió algo que cambió todas nuestras
perspectivas. De pronto comprendimos que todo esto no significaba nada y que la
acción estaba en otra parte.
”En el año 2.912.456.327 a.C., según el calendario de ustedes, los
Arqueros de Orión nos enviaron una flecha de aviso. Compactaron a Plutón.
Originariamente Plutón era un gigante de gas del tamaño de Urano. Y los
arqueros lo aplastaron. Sin ningún cuidado por la conservación de la masa...
por eso las perturbaciones que ustedes han notado en Neptuno. ¿Ustedes creían
que Plutón era un planeta? ¿Pensaban que ése debía ser el aspecto de
Plutón? Se podría decir que, en los Arqueros de Orión, Marte había encontrado un
adversario apropiado. Un mundo de Tipo V. Con las mismas armas. Con los mismos
problemas de salud mental. Una cosmonáutica ligeramente superior. La Guerra con
los Arqueros de Orión, con los combatientes separados por veinte kiloparsecs,
fue, como se imaginarán ustedes, un asunto bastante prolongado. El viaje de ida
y vuelta llevaba 150.000 años; a la mitad de la velocidad de la luz, que podíamos
lograr con nuestras máquinas exploradoras, se descubrió que los efectos
relativos eran graves. Sin embargo, las grandes naves partieron. Onda tras
onda. La Guerra con Los Arqueros de Orión prosiguió acaloradamente durante más
de mil millones de años.
¿Quién ganó? Nosotros. Ellos, los Arqueros, continúan allí. Su
planeta está allí. Durante ese trilenio la naturaleza de la guerra cambió. Ya
no era una guerra nuclear ni cuántica-gravitacional. Era una guerra neurológica. Informacional. La vida
continúa para los Arqueros, pero su calidad de vida se ha reducido sutilmente.
La estructuramos de manera tal que creen ser simulacros en un universo de
computado determinista. Se cree que ése es el máximo sufrimiento al que se puede
inflingir en un mundo de Tipo V. El sabor de la victoria era dulce.
Pero en
ese entonces supimos que la guerra interplanetaria, aun a esas distancias,
básicamente también era una mierda. Ah, y entretanto, en ese interludio de mil
millones de años, la vida en la Tierra fue un infierno. El oxígeno se
estableció como gas atmosférico. Células con núcleos. Cada vez más infernal.
”La Guerra con los Arqueros amplió nuestros horizontes. Los astrónomos
marcianos se interesaron en una cuestión con la que ustedes todavía están
luchando. Me refiero a la materia oscura. La velocidad con que rotan nuestras
galaxias sugiere que el 98,333 porciento de cualquier masa galáctica es
invisible y sin explicaciones. Nosotros ya pasamos por todas las evoluciones
que ustedes están recorriendo, y más. ¿Qué era la materia oscura? ¿Neutrinos
masivos? ¿Estrellas caídas? ¿Planetas destruidos? ¿Agujeros negros? ¿Residuos de
resonancias? ¿Fluctuaciones del plasma? Entonces, en cierto modo, nosotros los
hicimos estallar. Teníamos la respuesta delante delos ojos, pero había que
superar un rechazo mortal a enfrentar: esta verdad. No había materia oscura. Todas las
galaxias habían sidoactivadas, alineadas. Incluida la nuestra.
Muchos, muchos, muchos ciclos atrás.
”Con unanimidad instantánea se decidió que no íbamos a tolerar ese
sometimiento. A pesar de los efectos contrarios. Se creía que estábamos frente
a un mundo o entidad de Tipo N... tal vez de Tipo M. Ahora sé que nos
enfrentábamos con un mundo Tipo Q, aunque oscuramente relacionado con un poder
del orden del Tipo J. Y, a propósito: aparte del hecho desnudo de su
existencia, no sabemos nada, en este horizonte particular, de los mundos del Tipo
A al I, incluido.
”Nuestra idea era lanzar un ataque sorpresa al corazón de la galaxia.
Pensamos que nuestra pequeña pero mensurable probabilidad de éxito dependía
totalmente de la sorpresa, de lo instantáneo de la acción. De nada nos ayudaría
esa basura de los Arqueros. No era cuestión de avanzar tranquilamente hacia el
centro, a 130.000 kilómetros por segundo... simplemente tendríamos que
estar allí y
atacarlos con todo lo que teníamos. Ahora. Para actuar con claridad. En sus
aspiraciones tecnológicas, en la Tierra, ustedes están restringidos por ciertas
negligencias, como la falta de fondos, pero también por lo poco que saben de
las leyes de la Física. Punto.
De modo que, adivinen: ¿cómo vamos a hacerlo?
—Con agujeros de gusano—dijo Paolo Sylvino.
—Agujeros de gusano. Aberturas evanescentes en el hiperespacio...
o, más exactamente, universos paralelos con diversas curvaturas o trayectorias.
Ultraespacio es la palabra que preferimos nosotros. En forma elemental la idea
anda por ahí en la Tierra desde Einstein. Aunque me aventuro a sugerir que
ustedes tienen que recorrer un largo camino para llegar a la forma de hacerlo.
Ustedes encuentran un camino en la espuma cuántica y luego horadan un túnel en
el espacio-tiempo, y lo flexibilizan con el uso de ciertos
materiales...exóticos. Nosotros estamos trabajando en este problema desde hace siete
millones y medio de años.
”Éste era el encuadre: sabíamos que en el núcleo había un agujero
negro de aproximadamente 1,4237 millones de masas solares, y que esto estaba
perfectamente verificado. Como ustedes saben, la energía contenida en el
remolino central es estupenda, pero totalmente insuficiente para conducir una
galaxia. La verdadera fuente de energía era otra. Y ésa era la recompensa que
buscábamos.
Mientras preparábamos nuestra fuerza de ataque inicial enviamos sondas
de reconocimiento al núcleo galáctico a intervalos de más o menos un millón de
años. Muchas misiones se perdieron. Las que volvieron traían los sensores
anulados. De una u otra manera las preparaciones para el ataque insumieron 437
millones de años. Entonces hicimos nuestro juego. Adviértase que
actualmente en la Tierra lo único que tenemos son organismos visibles al
ojo desnudo.”
El portero de Marte se sentó, se reclinó en el respaldo de la
silla y cruzó las garras detrás de la cabeza. Continuó con aire pensativo:
—Nadie pensó que esta acción fuera un... “error”, exactamente. Todos
estaban perfectamente convencidos de que era algo que teníamos que hacer. Pero
las consecuencias fueron un poco extremas. Después de tan larga preparación, la
realización de la Fuerza de Ataque Inicial contra el Poder del Núcleo sólo duró
nueve segundos.
”Nuestra flota... fue enviada de vuelta. En su totalidad. Y
supimos que habíamos perdido, pero tuvimos que esperar otros300.000 años para
averiguar por qué. Fue una época de gran ansiedad. Esperábamos intrincadas
represalias... día tras día, horatras hora...
”Como unidades militares nuestras naves habían quedado neutralizadas
en el primer milésimo de segundo de su aparición en el núcleo, pero sus
sensores estaban intactos y habían recogido gran cantidad de información. Gran
parte de ella era sumamente deprimente, desde el punto de vista marciano. El
núcleo galáctico por cierto había sido investigado. El anillo circundante
artificial había sido instalado, según nuestras mejores estimaciones,
setecientos cincuenta mil millones de años atrás. Había una especie de fuerza externa
de seguridad vigilando el Anillo. Nada más. Una fuerza de...portería.
Estacionada allí por entidades que más tarde llamaríamos los Perros del
Infinito. Su fuente de energía estaba más allá de la entrada del agujero negro.
Usaban energía del universo muerto. Además, más allá del Anillo detectamos lo
que sólo podría describir como un hangar de cometas. Nuestro equipo identificó
la firma de nuestro propio Cometa Alfa entre los cometas estacionados allí.
”La moral estaba muy baja. Casi nihilista. Los marcianos comenzaron
a creer, con diversos grados de convicción, que eran meras simulaciones en un
universo determinista de computadora. Volvieron a dividirse. La gente del
Miedo. La Gente del Pánico. El planeta estuvo asolado por guerras espasmódicas,
azarosas, interminables. Nosotros comenzamos a obtener cierta información. Nos
enteramos de que los Perros del Infinito habían engendrado vida en Marte (y en
la Tierra, en Júpiter y en Ceres) con ciertos propósitos.Éramos un basural: eso
éramos, un basural. Eso es todo. Un basural.
—¿Un basural, señor? —preguntó Incarnacion.
—Sí, basural. En la Tierra, ¿los rinocerontes machos convierten el
borde de una laguna en un sumidero? ¿En la isla de Colón, La Española, el
Caribe forma líneas de moluscos en la orilla de un río?¿Para marcar territorio?
Eso es un basural. Y en eso nos habíamos convertido. En un mensaje de los
Perros del Infinito a un poder de Tipo R llamado los Atacantes del Centro, que
dicen: No se acerquen.
Entonces aprendí que tanto el Infinito como el Centro son simplemente
mandaderos de la agencia Tipo 1 llamada Resonancia. Que a su vez rinde tributo
a un imperio Tipo J llamado Tercer Observador. Que a su vez...
Con voz cada vez más débil, el portero de Marte dejó caer su cabeza
en forma de hoz sobre el pecho. Luego se incorporó nuevamente y dijo:
—Todos sabían que el único camino digno era el suicidio planetario.
En realidad ése es el destino habitual de los mundos Tipo V en esta fase. Luego
empezaron a oírse voces más audaces. Nunca se había tratado de ganar o perder.
De lo que se había tratado era dela
gloriosa autonomía de la autoridad marciana. Sucedió que el siguiente plan
de batalla de Marte implicaba emplear fuerzas Kamikaze y no era diferente del
suicidio.
”Aplicamos una treta de guerra. Fingimos la autoaniquilación y condujimos
toda la operación subterráneamente. Tenía que resultar creíble. Anulamos
nuestra atmósfera y paralizamos nuestro núcleo, que también le dijo adiós a
nuestra magnetosfera. Lo que ustedes ven allá afuera, esas llanuras y esos
valles rojos en la alfombra de ripio yodado, todo eso es maquillaje. Bajamos al
subsuelo y esperamos.”Nos abocamos a una reforma armamental en planes de cinco millones
de años cada uno. La moral estaba alta: fuertemente idealista. Un
solo golpe. Un
solo golpe, ése era nuestro lema, íbamos a convertir esa cueva en un depósito
de armas. ¿Y cuál sería el proyectil? Comenzamos a trabajar en un tipo de
armamento estrictamente ilegal basado en el hueco de un falso vacío. Una burbuja
de nada que se expandiría a la velocidad de la luz. Los grandes vacíos, los
grandes desiertos sin estrellas que tanto los intrigan: son los lugares del
despliegue del incauto vacío falso. O el accidente del vacío falso. De allí los
innumerables universos vacíos que pueblan el Ultraverso. Si pudiéramos detonar
este arma dentro del horizonte de acontecimientos del agujero negro del núcleo...
bien, confiábamos en crear una gran impresión cuando llegara el momento de
nuestro segundo rendez-vous con el
Infinito. Esa acción reordenaría todo el Ultraverso. Concebiblemente con
ventajas paraMarte.
”Sabíamos que la utilización del falso vacío era en sí misma exquisitamente
peligrosa: el campo sería terriblemente vulnerable para el que huía. Fue en esa
época que me construyeron y me emplazaron, aquí, en una armazón de ultrium puro
(un elemento que no se encuentra en los cuadros periódicos de ustedes), esperando
una activación y un eventual viaje. Por suerte lo hicieron. Porque iba
aquedarme solo para pensar en la impresionante prepotencia del Poder I.
Olvídense del Infinito y del Núcleo. Olvídense de la Resonancia y del Tercer
Observador. Esto venía de mucho más arriba.
”El aparato estaba listo. Lo único que quedaba por hacer era agregar
el dígito final de su algoritmia. El planeta entero contenía el aliento. En
este instante comenzaría la guerra. Las preparaciones que habían ocupado medio
trilenio darían fruto ahora... La Rebelión del Esclavo Marciano, como yo la
denominé, terminó en un trillonésimo del tiempo que le lleva a la velocidad de
la luz cruzar un protón. Ese fue el tiempo que llevó la extinción de la vida en
todo este planeta. El Poder I había impuesto la censura cósmica a la
materia.
Dispuesta para formar la configuración prohibida, la materia
recibió instrucciones de destruirse a sí misma. Esto sucedió hace 570millones
de años. Ustedes apenas comenzaban con el Cámbrico. Yo me preparé para la
espera.
”Pero ya he hablado mucho de Marte. Hablemos de la Tierra.
Antes de comenzar, ¿qué les parecería un intervalo? Hay... baños
alfondo. Me temo que no hay jabón. Ni toallas. Ni agua caliente. Les sugiero
que se armen de coraje. Después del intervalo daremos un paseo. Primero les
daré las malas noticias. Después les daré las malas.
Pop Jones salió por la puerta del fondo, miró hacia un lado y hacia
otro a la débil luz de las estrellas, y avanzó, con su afanoso andar de pato,
por el borde del sector sur del predio. Las llaves tintineaban en los bolsillos
deformados de su traje de sarga negra.
Era importante, pensó, caminar lo más rápido posible... Pop Jones
se sentía ensordecido, despersonalizado. Qué tranquilo estaba todo: no había
chicos en los bancos, fumando, peinándose, protestando, tosiendo, rascándose,
abriendo la boca. Pop pasó por las puertas dela Rectoría y subió la escalera.
En general no estaba autorizado a entrar en la sala de descanso. Su
espacio público era la despensa, un rincón deteriorado entre los baños y el
galpón de las bicicletas, donde, si quería, podía tomar un jarro de cacao entre
los miembros del personal que se ocupaban de la comida y el cuidado del jardín.
Pop Jones golpeó la puerta y entró.
La habitación lo recibió con un repentino silencio. Sólo se oía
una voz perdida que llegaba de alguna parte. Venía del televisor con pantalla
en la pared; alguien decía: Una forma de salir de la paradoja de
la tenue-estrella-jo-ven es la de los cálculos de transferencia radiactiva, que
sugieren que la presencia de CO2en el primitivo Marte... Olor a cerveza, a cenicero, té
de jengibre, bizcochos de jengibre, pelo color jengibre, y muchas latas vacías.
Y el señor Davidge, junto con el señor Kidd y el señor Caroline, que se da vuelta
y pregunta, con su fuerte acento galés:
—¿Sí, Jones?
—Quería hablarle de Timmy, señor. Timmy Jenkins.
Sintió que el silencio se hacía todavía más profundo. El señor Davidge
esperó. Luego dijo:
—¿Qué sucede con Timmy?
—Está en Enfermería, como usted sabe. Y Fitzmaurice dice que no
pueden apagar la televisión, señor. Sin desconectar todo el...
—¿Y qué solución propone, Jones?
—La dirección dio órdenes sobre el noticiario, señor...
—¿Y qué solución propone, Jones?
—Pedir permiso para trasladarlo al jardín de invierno, señor.
El señor Davidge miró al señor Kidds y dijo:
—¿Les parece bien, verdad? Sí, Jones, creo que podemos dejar a Timmy
a su afectuoso cuidado.
Todos ensayaban una especie de sonrisa. Por un momento Pop sintió
la aterradora impresión de estar en una habitación llena de desconocidos. Bajó
la cabeza y salió.
Hacía mucho que el jardín de invierno no se usaba. Llevaba al extremo
sur del edificio principal, cerca de las habitaciones de Pop Jones. Llevó a
Timmy allá en un sillón de ruedas y lo acomodó, bien abrigado, en un sofá. El
chico colaboró como pudo. Pop recordó: tres días atrás, cuando encontraron a
Timmy... Esa hermosa mañana, estaba en el aire la posibilidad... esa
posibilidad que llegaba desde el jardín. En todos los periódicos y por
televisión estaban analizando la “clave” marciana para el proceso del
envejecimiento, tan elegante, tan comprensible. Y todos se reían y se sentían
lánguidos... Pop apoyó las manos en sus caderas redondeadas y dijo:
—Ay, Dios mío, ¿quién te lo hizo, Timmy? Fue “Day”, ¿verdad? Dios
mío, Timmy.
—Piso —dijo Timmy.
¿Y qué pasa con el orden moral?, se preguntó, acomodándose enel
sillón gris. La pantalla decía: 03,47, 03,46, 03,45.
2
—En el
Ultraverso hay infinito número de universos e infinito número de planetas, y en
el infinito todo recurre infinito número de veces. Esto es un hecho matemático.
Pero no dio resultado en el caso de ustedes. Entre los incontables cientos de
miles de millones de mundos Tipo V catalogados hasta ahora, puedo asegurar que
ninguno presenta una imagen de retardo tan agonizante como el de la Madre Tierra.
Para decirlo con claridad: los planetas de Tipo Y que existen aproximadamente
desde que existen ustedes son, sin excepción, planetas Tipo X o mejores. La
Tierra tiene otras peculiaridades. El DNA lo conozco desde que ustedes eran
chicos. ¡Soy testigo de todos sus sufrimientos! Los he visto arrastrarse por la
sabana y aullar alrededor de las fogatas. Los he visto embadurnar con mierda
las paredes de sus cavernas. Los he visto trastabillar, andar a tientas, errar,
abortar, caer de rodillas, agitarse, tropezar, estropear lo que hacían. Los he
visto esforzarse hasta el límite de sus fuerzas, vomitar. Siento... a veces
siento que también yo me he vuelto parcialmente humano a través de tantos,
tantos años...
Ahora la sala de conferencias estaba apenas iluminada. Se
veían los perfiles lechosos de los espectadores, formas de cabezas, Incarnacion
con la mano de Pickering en las rodillas, lord Kenrick aflojando los hombros,
Zendovich inclinado hacia adelante con el mentón apoyado en una mano, Miss
Mundo masticando chicle y sin pestañear. En el escenario el robot se movía
entre sombras, visible gracias al brillo de su cara. Se acercó hacia adelante y
se sentó. El portero de Marte se había cambiado la ropa. Ya no llevaba la chaqueta
de sarga, sino un smoking de color rojo desvaído, de terciopelo gastado. Al
principio parecía que era una ilusión óptica por la luz, pero no. Tenía dos
remaches oblicuos, como ojos, en el eje curvo de la cara.
—¿Qué les pasó a ustedes, mis queridos doble
hélice? ¿Por qué se quedaron atrás? Lo más notable, sin duda, fue el fracaso de
su ciencia. El absoluto fracaso de su ciencia. Sus Einsteins y sus Bohrs, sus
Hawkings y sus Kawabatas... hubieran estado lamiendo el suelo de rodillas en
los laboratorios de Marte. Sólo ahora están recibiendo ustedes los primeros
susurros de más altas dimensiones. En Marte, siempre se pensó en diez dimensiones.
Los Perros del Infinito están empezando a pensar en diecisiete, los de
Resonancia en treinta y uno, el Tercer Observador en sesenta y siete, las
entidades más elevadas en un número de dimensiones a la vez sin límites y
finito. Pero ustedes piensan en cuatro. Como yo. Me hicieron así. Yo tenía
que ser algo que ustedes comprendieran.
”Luego: la religión terrestre y su poco creíble tenacidad. En cualquier
otra parte inventan unos cuantos mitos de la creación durante un tiempo y luego
se liberan de ellos cuando la ciencia empieza a funcionar. ¿Y ustedes? Uno de
sus escritores lo dijo sucintamente: no hay evidencia de la existencia de Dios
aparte del deseo humano de que exista. Una idea extraordinaria. ¿Qué es este deseo?
Todos los demás quieren a “Dios” también... pero desde un ángulo diferente.
Para nosotros, “Dios” no es de arriba para abajo. Es de abajo para arriba.
¿Para qué desear un poder mayor que el de uno? ¿Por qué no desear convertirse
en Dios? Hasta el más afable y conciliatorio de los marcianos hubiera
encontrado despreciablemente débil ese afán prometeico de ustedes. Es verdad
que en Marte tuvimos que enfrentar (y tal vez nunca la enfrentamos seriamente) nuestra
posición en el orden del ser. Va más allá del Tercer Observador, mucho más
adelante y más arriba. ¿Y adónde se llega? Una entidad para quien el Ultraverso
es una bola de billar. Y tal vez no es más que un portero. Un Ultraportero.
Esta entidad, con su vicario el Tercer Observador, creó la vida en Marte. ¿Y yo
qué debo hacer con Él? ¿Idolatrarlo? pero, ¿qué carajo tienen
ustedes en la cabeza? Eso es cosa de ustedes. Ustedes, finalmente, son adoradores
talentosos.
”La Tierra sería una curiosidad de gran interés para los cosmoantropólogos,
si los hubiera, pero al Ultraverso jamás le ha importado la información
inactiva. En mis propias reflexiones he adoptado la obvia visión homeostática
de que la ciencia y la política de ustedes fueron deprimidas de manera natural
(y brutal) para que sirvieran de fondo al arte. Porque el arte de ustedes... En
ninguna otra parte de este universo ni de ningún otro se toma tan en serio al arte.
A nadie le interesa el arte. Les interesa lo que les interesa a todos los
demás: la superposición de la voluntad. Es posible que a nadie le interese
porque nadie es bueno para el arte. Los “pintores”, si se puede llamárselos
así, nunca van más allá de hacer manchas con los dedos o pegar figuras. En lo
que concierne a la “música”, el Ultraverso en su totalidad no ha logrado ir más
allá de algunas variaciones de alguna canción infantil. Además de alguna canción guerrera. O gritos de
batalla. Lo mismo los “poetas”: de vez en cuando lanzan una copla marcial. Hay
por lo menos doce retruécanos conocidos. Y eso es todo. Supongo que nadie se ha
esforzado mucho.
¿Para
qué? El arte y la religión tienen sus raíces en el hambre de inmortalidad. Pero
eso lo tiene prácticamente todo el mundo. En los planetas Tipo Y, en términos
generales, pronto avanzan hacia un mundo con un futuro indefinido. ¿Ochenta,
noventa años? ¿De qué servirán? Ah, sí. La otra cosa que les aminoró el ritmo
fue el carácter increíblemente difuso de su gama emocional. Sentimientos
tiernos entre ustedes, con los niños y hasta con los animales.
”Ahora me gusta el arte. Lleva algún tiempo encontrarle la vuelta.
Lo que tienen que hacer es decirse a sí mismos: “En realidad esto no me llevará
a ninguna parte”, y así no tendrán problemas. Es extraño. Sus científicos no
sabían qué buscar ni dónde buscarlo, pero a veces tuve la impresión de que sus
poetas divinizaban lo universal...
Discúlpenme.
Mi inmersión en la historia de ustedes, en particular en estos últimos diez mil
años, aunque a menudo estuvo envenenada por un ineludible (y obligatorio)
desprecio, me ha hecho... ¿Por qué he pedido disculpas?
Y en
realidad el campo de fuerza que se propagaba desde el portero de Marte pareció
debilitarse. El metal de que estaba hecho había perdido el brillo de lo
meramente metálico. Su cabeza inclinada hacia adelante por un momento adquirió
la curva de la cabeza de un bebé.
—Digan algo, excelsos DNA. Seres humanos, adelante, desengañen al
portero de Marte. Tengo una teoría contraintuitiva. Creo que es una tontería
pero no puedo sacármela de la cabeza. Es más o menos así: sé que estoy a mitad
de camino con el tema de la religión. Seguramente así tiene que ser. Es como un
tapiz empapado en sangre, ¿no? Ustedes tuvieron que hacerla así, por el arte.
Pero, díganme. ¿Va más allá? Como Guernica, que sucedió para que Picasso
pudiera pintarla. No hubiera existido Beethoven sin Bonaparte. La Primera
Guerra Mundial en cierto modo fuere presentada por Wilfred Owen, entre otros.
Los acontecimientos en Alemania y en Polonia a principios de la década del
40 tuvieron lugar para Primo Levi y Paul Celan. Etcétera. Pero ya me está pareciendo
que no fue así. No es así, ¿verdad, Miss Mundo?
—No, señor —respondió Miss Mundo—. No es así.
—Ya me parecía. Bien, en cierto modo —dijo el portero de Marte demostrando
interés—, esto facilita mi último trabajo. Me alegro de que nos hayamos
conocido. ¿Saben cuánto tiempo me llevó darme cuenta de cómo hacen las cosas
ustedes? Técnicamente soy un sobreviviente de un mundo Tipo V disciplinado, y
por lo tanto tenía acceso directo a ciertas fuentes de información. Figuraba en
un mailing. Por mis estudios llegué a pensar que los otros mundos eran siempre
rápidos y fluidos, y sobre todo que siempre respondían en su impulso hacia la
complejidad. Pero ustedes no. Ustedes siempre tenían que hacerlo a su propia
velocidad. Eran un tormento para los observadores, pero ésa era la modalidad
de ustedes, y
cada vez que yo trataba de sacar conclusiones era un fracaso total.
—Perdón, señor. —La que hablaba era Incarnacion Buttruguena-Hume.
—¿Nos está diciendo que usted influía en los acontecimientos de la
Tierra?
—Sí, y le daré un ejemplo. Sí, de vez en cuando trataba de animar
un poquito las cosas. Por ejemplo con Aristarco. Hace casi exactamente
veintitrés siglos aparece este caballero griego que estudia las fluctuaciones
en el brillo de los planetas. Yo hice que él...
— ¿Usted hizo que él...?
—Sí. En el radio neural. Cuando ustedes los científicos hablan sobre
sus grandes momentos de revelación... una sensación de agradable vacuidad
seguida por montones de matemática... están describiendo una asistencia
telepática desde Marte. Este Aristarco aparece en un sistema heliocéntrico
completamente coherente. Hace correr la voz por todo el país. ¿Y qué sucede?
Ptolomeo. El cristianismo. Ustedes no
estaban preparados. De manera que tuvimos que
sentarnos y esperar dos mil años a Copérnico. Cosas así sucedían todo el
tiempo. Los murmullos se apagaron en la fría oscuridad. Pioline (conteo de los
neutrinos solares) dejó escapar una mezcla de suspiro y gemido con componentes
de enojo pero con todavía más componentes de tristeza. Cuando se instaló el
silencio el portero de Marte tuvo un pequeño estremecimiento de sorpresa y
dijo:
—¿Les molestó eso? ¡Vamos! Eso es lo de menos. Bienvenidos
al mundo estercolero.
—¿Pero algunas cosas resultaron? —Dijo lord Kenrick—. ¿Ustedes nos
dieron forma? ¿Es eso lo que quiere decir?
—...Sí, me entretuve un poco con ustedes. Así es. ¿Y qué? Estaba programado
para eso. Tenía... consignas. Algunas cosas funcionaron. Otras no. La
esclavitud es obra mía, totalmente. Sí, la
esclavitud fue mi bebé. Eso sí que funcionó. Es algo que
salpica a todos los mundos, en los comienzos de su historia. Es una buena
práctica para tiempos posteriores. Porque el Ultraverso está centrado en la
esclavitud. Bien, en la Tierra se podría decir que se les fue de las manos.
Pero en un planeta que no selecciona parecía un desarrollo necesario. Aun en su
época de decadencia la esclavitud tuvo distinguidos aunque a menudo vacilantes
sostenedores. Locke, Burke, Hume, Montesquieu, Hegel, Jefferson. Y hay una
influyente justificación en el libro sagrado de una de las tribus nómades de
ustedes en la Edad de Bronce.
—¿Cuál?
—La Biblia. ¿Alguna pregunta más?
—¿Qué carajo es este asunto de “tropezar con el cable”?
—También es parte del programa. No se pudo establecer contacto con
la Tierra hasta que ustedes tropezaron con el cable. Lo hicieron el 9 de junio.
El día que llamé a Incarnacion desde aquí.
—¿Qué pasó el 9 de junio? —preguntó Montgomery Gruber (geofisiología)—.
Acabamos de mirar, y no sucedió nada.
—Quiere decir que miraron y creen que no sucedió nada. Sucedió mucho.
Algún estúpido castor o nutria taponó un tributario menor del río Lee en el
estado de Washington... en ciertas altitudes una fracción crítica de vida
microbiana experimentó cambios significativos en su metabolismo
respiratorio...y hubo ese pequeño incendio en los bosques en Albania... Fue
suficiente. No hace falta saber cómo están relacionadas estas cosas, lo seguro
es que están relacionadas. Todo esto con un fondo de fósforo movilizado,
carbono enterrado y escape de hidrógeno. Todas las sinergias necesarias quedan
encerradas.
—Y eso significa que...
—Significa que comienza a crecer la cantidad de oxígeno en la atmósfera
de la Tierra. Por fin irreversiblemente. Durante un tiempo no se notará la
diferencia. Pero al final de la década del 60 llegará al27 por ciento. Sí, lo
sé: es una lástima.
Incarnacion y Miss Mundo intercambiaron una rápida mirada.
Porque ahora los científicos gritaban, gesticulaban,
lanzabanexclamaciones. Miss Mundo dijo:
—Por favor, señor, no entiendo.
—Significa que tendrán que ser muy, muy cuidadosos con sus fuentes
de calor, Miss Mundo. Con esa concentración, encender un cigarrillo y arrojar
el fósforo por encima del hombro provocaría un holocausto. Todo es muy
lamentable, porque se trata del tipo de problema muy fácil de solucionar si se
lo toma a tiempo. En los próximos años tendrán que trabajar muchísimo en la
obturación delos volcanes y el control de las tormentas. Con pocas
posibilidades, por desgracia. Parece que de todas maneras el sistema solar se
está cerrando. Allá afuera hay un planetesimal con el nombre de ustedes escrito
en él. Se espera que un asteroide del tamaño de Groenlandia llegue a la
superficie de la Tierra, en la península Ibérica, en el verano desusadamente
tórrido de 2069. A doce kilómetros por segundos. Ya. Tal vez hubo una perturbación en el radar
por un par de días al comienzo de la década: podrían haber duplicado la cifra
de 2037cuando vieron partir al Spielberg-Robb. Pero el hecho es para entonces
necesitarán sus armas nucleares. Un conductor de masas no lo logrará, por el
inglés que hay en este asteroide. Sin embargo, desafortunadamente, ahora hay un
problema en las armas nucleares de ustedes, que tendrían que haber comenzado a
funcionar mucho antes para poder rearmarlas a tiempo. Obviamente un cuerpo de
este tamaño que se mueve a dieciséis veces la velocidad del sonido tendrá considerable
energía kinética: esa energía será liberada como calor. Y desgarrará el manto y
la corteza, arrancando de su lugar a miles de millones de toneladas de magma.
Es todo muy lamentable. Marte mismo puede sufrir daños menores con la
explosión.
Zendovich dijo:
—Esa es la trampa ¿Lo que usted está diciendo es que no podía actuar
hasta que fuera ya muy tarde para que sirviera de algo?
—Afirmativo. Ese era el nudo.
—Tengo algo que decirle, señor —intervino Miss Mundo—. Es usted
una persona despreciable.
—Tonterías. Yo no soy una persona, señora. Soy una máquina que
obedece a un programa.
Zendovich se puso de pie. Lo mismo hizo el portero de Marte, quien
se inclinó hacia adelante y enfiló el pico hacia él.
—Entonces que Dios maldiga al que los juntó.
—Vamos, vamos.
¿Qué esperaba? Este es Marte, hijito —dijo el portero
mientras las luces comenzaban a apagarse—. El rojo. ¿Me oye? Nergal: La
Estrella de la Muerte. Ahora salgan de aquí, carajo. Sí. Váyanse. Salgan de aquí
mirando el suelo. Retírense por el corredor de la izquierda. Sigan las señales.
Pop Jones entró silenciosamente en el jardín de invierno y abrió la
puerta del fondo. Llegaba el atardecer. Del otro lado del jardín se veían las
ventanas iluminadas de la Sala de Descanso (veía a Kidd y a Davidge, que
miraban hacia afuera con ojos vigilantes). Los chicos tardarían una hora más en
volver de la playa. Luego, después de la comida, Pop Jones haría sus recorridas
con el balde y las llaves. ¿Las recorridas? Pop se encogió de hombros, después
hizo un gesto de asentimiento. Sí, era importante tratar de seguir como antes.
Pero, ¿era posible?
La estrella caía sobre la colina. Y ya estaba la luna generosa, la
luna que perdona; en una penumbra de tizne en el cirrus, con un rostro que
decía qué pena, qué pena, qué pena.
Pop Jones se dio vuelta.
—Suelo.
—¿Qué dices, Timmy?
Veía los ojos húmedos del chico.
—Timmy, Timmy, ¿quién te hizo eso, Timmy?
Por un momento Jones sintió que lo invadía el asombro. Qué diferente
sonaba su propia voz: espesa, metálica. En esta nueva era en que él, como todos
los demás en la Tierra, se sometía a una reafiliación oscura y sin embargo
repugnantemente luminosa, Pop Jones encontró algo en su ser que nunca había
estado allí antes: la especie necesaria de amor por sí mismo.
—Day —dijo claramente Timmy. Y lo repitió, muy claramente,c omo un
profesor de inglés: —Day. Me lo hizo Day.
En el recinto de paredes de vidrio crecían las sombras. La nueva voz
de Pop dijo que ya era casi de noche. Y se acercó al niño. Calla, Tymmy, le
dijo. Calla.
De Martin Amis