Haría cualquier cosa para que desaparecieran los recorridos de mi casa
al trabajo. Al menos hay asientos, justo uno en el pasillo. Así no tendré que
pedir que me dejen pasar... ¿Qué es esto? Es bonita, pero me ve con ojos de
inseguridad. Tal vez no quiera que me siente aquí, pero este lugar es mejor que
sentarse a lado de los empleados somnolientos o las señoras con bolsas de
mandado... Es realmente bonita. Seguro ha de tener un novio por ahí
esperándola. No puedo acomodar bien las piernas. Tal vez debí sentarme en otro
lugar o quedarme parado, pero no podría ir leyendo.
Se sentó a mi lado. ¿Me habrá notado? No lo creo. Parece incómodo en
ese asiento, aunque se prepara a leer. Con tal de que no se cambie a otro
asiento.
Ha volteado a verme dos veces. Es muy joven, al menos debo llevarle
unos diez años y ni siquiera ha de haber terminado la universidad. ¿La estaré
incomodando? Quizá piense que quiero acosarla… Me volteó a ver otra vez, ahora
hacia mi libro. ¿Sabrá quién es el autor del libro? Debí salir más temprano. Si
el camión va lento, sería la tercera vez que llego tarde.
Creo que ya notó que lo he visto varias veces. No me importa. Mejor,
espero que se dé cuenta... ¿Por qué no
me voltea a ver?
Ha de estar viendo hacia la ventana. Ha de ser nueva por estos rumbos y
ha de temer perderse o pasarse de su parada, y yo haciéndome ideas. Qué podría
querer una chica tan linda y joven con un hombre como yo. Ni siquiera estoy
ligeramente bien vestido y apuesto a que traigo el cabello revuelto. ¿Será
extranjera? Eso podría explicar que quiera hacer amigos, una vez que ya haya
conocido gente de su edad o más exitosa, se olvidaría de mí, de mi amistad…
¿Amistad? No le he dirigido ni una palabra y ya estoy pensando en amistad.
Seguramente en cualquier momento se bajará del camión y todo habrá terminado.
Una historia más para contar a alguien que no le interese mucho… ¿Qué trae en
la mano?
Maldita sea, va a pensar que soy una tonta.
¿Una manzana? ¿De dónde apareció esa manzana y por qué la trae en las
manos? ¿Va a comérsela en este instante? Parece que me volvió a ver y que
quiere esconderla. Su pierna está rozando con la mía, aunque puede que sea una
simple distracción de su parte o consecuencia de lo mal que maneja el chofer.
Estoy tocando su pierna. ¿Por qué no me habla? ¿No le interesaré? No he
de ser lo que busca.
¿Una manzana? Hasta como metáfora es simple. Si le contara esto a
alguien, tendría que sacar la manzana de la historia. Nadie creería algo así. Una
manzana. Qué referencia tan pueril de lo prohibido… De nuevo su pierna se
acerca. Tengo el ritmo acelerado, mi respiración también. Debo calmarme o lo
notará. Al menos no tendré que levantarme hasta la última parada.
Creo que empiezo a hostigarlo. Tal vez debería pararme y tomar otro
camión. Debí haber guardado mi manzana cuando se sentó, ahora parezco una
tonta, aunque lo más probable es que ya me haya olvidado y vaya pensando en
cosas más importantes, tal vez en su novia...
¿Qué podría pasar si le hablo? No temo al rechazo, sino a las
consecuencias de la aceptación. Bueno, siendo sincero no me agradaría nada el
rechazo, pero lo que más me preocupa sería entrar en su vida; o peor, que ella
entre a la mía. Conozco los cambios que significa una persona nueva, el tiempo,
la energía, los ratos felices, las dudas, los malentendidos, los compromisos,
el temor, las decepciones.
Un café, caminar un rato. Al menos conocerse un poco. Que me platique,
de lo que sea, las cosas que le gustan, si tiene una mascota, si odia las
mismas cosas que yo, o sobre ese libro que no lee, pero tampoco guarda.
Ojalá que se bajara. Eso resolvería todo. Si se hubiera bajado antes,
yo podría estar reprochándome lo tonto que fui, me estaría preguntado por qué
no le hablé. Otra anécdota de alguien que no se atrevió a hablarle a una
persona que lo hacía temblar, que casi podía sentirla sin tener que tocarla.
Me parece tan cercano, como si lo conociera desde siempre. Podría
recargarme en su hombro y empezar a platicar sobre cualquier trivialidad. Si lo
abrazara y lo besara, no me parecería que abrazara y besara a un desconocido. Es
raro, nunca me había sentido así por alguien.
Está muy cerca de mí, pero por alguna razón no me parece extraño; es
como si nos tuviésemos confianza absoluta, como si realmente hubiera una
historia previa entre nosotros. Queda muy poco camino para que la ruta se
acabe. ¿Ira a bajarse antes que yo?
Háblame.
¿Y si no se baja antes de la última parada?
¡Háblame!
¿Estará pensando en hablarme? ¿Qué voy a hacer? ¿Traeré mal aliento y
ella lo notará cuando le responda? Está muy cerca.
¡Háblame!
Creo que va a bajarse. ¿Y si se pone de pie para irse, debería
hablarle? Seguro que eso la haría pensar que soy un cobarde, un pusilánime.
Háblame.
Ojalá ya se fuera.
No me va a hablar.
No podré hablarle.
No iré a ningún lado.
Háblale.
—Muchas gracias, señores pasajeros.
Tengan buenas tardes. La bajada es por atrás.
Por Leonardo Garvas
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