domingo, 23 de febrero de 2014

El fruto



Haría cualquier cosa para que desaparecieran los recorridos de mi casa al trabajo. Al menos hay asientos, justo uno en el pasillo. Así no tendré que pedir que me dejen pasar... ¿Qué es esto? Es bonita, pero me ve con ojos de inseguridad. Tal vez no quiera que me siente aquí, pero este lugar es mejor que sentarse a lado de los empleados somnolientos o las señoras con bolsas de mandado... Es realmente bonita. Seguro ha de tener un novio por ahí esperándola. No puedo acomodar bien las piernas. Tal vez debí sentarme en otro lugar o quedarme parado, pero no podría ir leyendo.

Se sentó a mi lado. ¿Me habrá notado? No lo creo. Parece incómodo en ese asiento, aunque se prepara a leer. Con tal de que no se cambie a otro asiento.

Ha volteado a verme dos veces. Es muy joven, al menos debo llevarle unos diez años y ni siquiera ha de haber terminado la universidad. ¿La estaré incomodando? Quizá piense que quiero acosarla… Me volteó a ver otra vez, ahora hacia mi libro. ¿Sabrá quién es el autor del libro? Debí salir más temprano. Si el camión va lento, sería la tercera vez que llego tarde.

Creo que ya notó que lo he visto varias veces. No me importa. Mejor, espero que se dé cuenta...  ¿Por qué no me voltea a ver?

Ha de estar viendo hacia la ventana. Ha de ser nueva por estos rumbos y ha de temer perderse o pasarse de su parada, y yo haciéndome ideas. Qué podría querer una chica tan linda y joven con un hombre como yo. Ni siquiera estoy ligeramente bien vestido y apuesto a que traigo el cabello revuelto. ¿Será extranjera? Eso podría explicar que quiera hacer amigos, una vez que ya haya conocido gente de su edad o más exitosa, se olvidaría de mí, de mi amistad… ¿Amistad? No le he dirigido ni una palabra y ya estoy pensando en amistad. Seguramente en cualquier momento se bajará del camión y todo habrá terminado. Una historia más para contar a alguien que no le interese mucho… ¿Qué trae en la mano?

Maldita sea, va a pensar que soy una tonta.

¿Una manzana? ¿De dónde apareció esa manzana y por qué la trae en las manos? ¿Va a comérsela en este instante? Parece que me volvió a ver y que quiere esconderla. Su pierna está rozando con la mía, aunque puede que sea una simple distracción de su parte o consecuencia de lo mal que maneja el chofer.

Estoy tocando su pierna. ¿Por qué no me habla? ¿No le interesaré? No he de ser lo que busca.

¿Una manzana? Hasta como metáfora es simple. Si le contara esto a alguien, tendría que sacar la manzana de la historia. Nadie creería algo así. Una manzana. Qué referencia tan pueril de lo prohibido… De nuevo su pierna se acerca. Tengo el ritmo acelerado, mi respiración también. Debo calmarme o lo notará. Al menos no tendré que levantarme hasta la última parada.

Creo que empiezo a hostigarlo. Tal vez debería pararme y tomar otro camión. Debí haber guardado mi manzana cuando se sentó, ahora parezco una tonta, aunque lo más probable es que ya me haya olvidado y vaya pensando en cosas más importantes, tal vez en su novia...

¿Qué podría pasar si le hablo? No temo al rechazo, sino a las consecuencias de la aceptación. Bueno, siendo sincero no me agradaría nada el rechazo, pero lo que más me preocupa sería entrar en su vida; o peor, que ella entre a la mía. Conozco los cambios que significa una persona nueva, el tiempo, la energía, los ratos felices, las dudas, los malentendidos, los compromisos, el temor, las decepciones.

Un café, caminar un rato. Al menos conocerse un poco. Que me platique, de lo que sea, las cosas que le gustan, si tiene una mascota, si odia las mismas cosas que yo, o sobre ese libro que no lee, pero tampoco guarda.

Ojalá que se bajara. Eso resolvería todo. Si se hubiera bajado antes, yo podría estar reprochándome lo tonto que fui, me estaría preguntado por qué no le hablé. Otra anécdota de alguien que no se atrevió a hablarle a una persona que lo hacía temblar, que casi podía sentirla sin tener que tocarla.

Me parece tan cercano, como si lo conociera desde siempre. Podría recargarme en su hombro y empezar a platicar sobre cualquier trivialidad. Si lo abrazara y lo besara, no me parecería que abrazara y besara a un desconocido. Es raro, nunca me había sentido así por alguien.

Está muy cerca de mí, pero por alguna razón no me parece extraño; es como si nos tuviésemos confianza absoluta, como si realmente hubiera una historia previa entre nosotros. Queda muy poco camino para que la ruta se acabe. ¿Ira a bajarse antes que yo?

Háblame.

¿Y si no se baja antes de la última parada?

¡Háblame!

¿Estará pensando en hablarme? ¿Qué voy a hacer? ¿Traeré mal aliento y ella lo notará cuando le responda? Está muy cerca.

¡Háblame!

Creo que va a bajarse. ¿Y si se pone de pie para irse, debería hablarle? Seguro que eso la haría pensar que soy un cobarde, un pusilánime.

Háblame.

Ojalá ya se fuera.

No me va a hablar.

No podré hablarle.

No iré a ningún lado.

Háblale.

Muchas gracias, señores pasajeros. Tengan buenas tardes. La bajada es por atrás.



Por Leonardo Garvas

No hay comentarios:

Publicar un comentario