jueves, 8 de junio de 2017

Lonjas



Cecilia me caga. No tiene el gran intelecto. Yo mismo me considero una güey muy básico, e incluso así noto lo idiota que ella puede llegar a ser. Le gustan los antros como El Doberman, películas como 500 días con ella, usa frases como «Todo es cuestión de perspectivas» y es budista porque está de moda ser vegano. En serio todo lo que hace me resulta muy estúpido. Menos coger.
Hace dos años caí en depresión, bueno, le llamé así pero luego calé que sólo estaba haciendo berrinche poniéndome a la altura de una pendejez como la de Cecilia. Estuve bebiendo diario por meses, mandé a la verga la escuela y uno de mis dos trabajos, pasé de leer casi ni madres a ver puros memes estúpidos en el internet que alcanzaba a robarme, dejé de entrenar y engordé un putamadral.
A Cecilia la conocí en un bar de Regina en donde me dejaban pasar con menores de edad si le daba diez varos al cadenero. Yo iba llegando al bar. Saludé al cadenero y me quedé platicando con él pues hacía unos dos años que no me paraba en ese lumpanar sobrevalorado, ni en Regina. Le pedí que me acomodara en una mesa donde hubiera nalgas y me sentó donde había tres. Ninguna era atractiva, ni siquiera un poquito cachondas. Dos tenían lonjas más hanchas que sus caderas, los senos no sobresalían de sus playeras y estaban a la altura de sus estómagos. Unos troncos. Si no fuera por sus ademanes, sus voces y su olor, habrían pasado por metaleros desempleados. Cecilia también tiene una lonja más grande que su cadera. Toda ella tiene forma de cono, pero tiene unos senos que no caben en mis manos. Copa C como mínimo, con una areola de unos tres o cuatro centímetros de diámetro y pezones gruesos y altos. En verdad unas buenas tetas. Todo lo demás es casi repugnante. De la cintura para abajo, su cuerpo parece de un niño de diez años con desnutrición, de la cintura para arriba tiene el torso de otro niño de diez años pero con obesidad, dos implantes de nalga como cachetes, unos labios como los del burro de Shreck, los dientes de arriba separados y amarillos por el cigarro, los de abajo con el mismo color pero encimados, el resto de la cara de una cuarentona con raíces autóctonas. Aun así me quedé en la mesa y platiqué con las tres. Yo pedí mi misil de cinco litros de cerveza y ellas lo suyo. Ya iba bebiendo en el metro, un six y 100ml de ron que escondo en la botella de un jarabe para la tos. Estaba consciente de lo horribles que estaban pero me dije a mí mismo: chingue su madre, de todos modos ya no estás tan saboreable y ahora estás más pendejo. Tu ex no va a volver al país en un futuro cercano así que no tienes nada que perder. Me besé con dos y a Cecilia me la llevé al hotelucho de a la vuelta. Fue de mis mejores cogidas hasta ahora.
Hoy vamos a vernos por tercera vez.

*

Llevamos tres meses saliendo. Me empecé a quedar con ella en hoteles aunque tuviera trabajo o escuela al día siguiente. Antes eran hoteles buenos porque los pagaba mi ex, ahora me quedo con Cecilia en hoteles de trecientos pesos. Siento vergüenza de que me vean con ella. Nadie de mis amigos o mi familia sabe que estamos saliendo. Saben que es una amiga pero nada más. Ella ya me considera su novio y me presenta como tal. Hemos cogido casi diario y cada vez nos acoplamos más el uno al otro, ya hasta se acostumbró a que le dé por detrás. De lo mejor es sentir como cuelgan y rebotan en mis manos sus chichis cuando la pongo en cuatro. Esa horrible boca que tiene sabe usarla muy bien y la usa cada vez mejor, lamiendo todo lo que está entre mis muslos y mi ombligo. Cuando llego a venirme muy rápido y seguido, ella se dedica a chupar y en cuestión de segundos estoy listo para seguir penetrándola. Todo lo que hacemos no es más de lo que ya he hecho con otras, pero me resulta más placentero jalarle el cabello a ella, nalguearla, chuparle su mal rasurada vagina, sus tetas, su ano, a este bodrio que hace lo que le diga. Yo digo que si vas a entrarle, éntrale con todo. Y le estoy entrando a lo feo. Y me está gustando esta culera, marrana y estúpida mujer.
Hoy tuve que levantarme dos veces de mi cubículo para ir al baño a masturbarme. Nomás de recordar el palo mañanero que nos echamos antes de irme al trabajo manché mis boxers, no tuve opción. Adquirí el gusto de sentir sus llantas en vez de sus nalgas mientras ella está arriba de mí dándome la espalda. Definitivamente me estoy enamorando de la cosa más horrible y estúpida que me haya encontrado. Estoy utilizando mañas para evitar que ella hable, como compartir mis audífonos en el transporte público, o ser el único que platique en la comida. Ella es la mujer con la que más he ido al cine, y mamadas así. Cuando habla, no puedo más que ver su amarillento incisivo lateral encimado con sus otros dientes, sus labios cuarteados e hinchados, sin mencionar lo pendeja que suena cada palabra que dice…

*

Se me antoja una mamada. Seis meses saliendo: Es hora de presentársela a mis padres.


Por: Josué RB

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