El ser humano nace con un número
determinado de neuronas para toda la vida, las cuales se van marchitando
paulatinamente y sin nuestro consentimiento a lo largo de los años. Este
padecimiento lleva por nombre original: neuromarchitosis, y como a veces no
sabemos en qué gastar nuestros recursos, los gobiernos han puesto a trabajar a
los señores con bata blanca para tratar de comprender cómo es que ocurre la
neuromarchitosis. Tras una serie de rigurosos experimentos utilizando
algoritmos y pruebas estadísticas de las que poco entiendo, han llegado a la
obvia conclusión de que si te dedicas a ver los espectáculos mañaneros de los
canales de televisión abierta en lugar de leer un libro de ecuaciones
algebraicas; o si solo te dedicas a ver películas pornográficas en lugar de
hacer por uno mismo la película, o si te da flojera para escribir un cuento
como el que estoy tratando de escribir, o simplemente estás envejeciendo, estás
padeciendo el proceso de neuromarchitosis (aunque estas actividades si son
ejecutadas en exceso, el proceso de neumarchitosis se acelera). En un principio
uno pensaría que es terrible eso de quedarse sin neuronas sin las cuales no
podríamos pensar nunca más en su pérdida y en otras cosas banales; pero no hay
de qué preocuparse, el universo en su infinita bondad decidió que el ser humano
podría sobrevivir con pocas neuronas, inclusive con una o dos. Eso lo podemos
corroborar por la existencia de tantas profesiones idóneas para todos aquellos que
sufren de neuromarchitosis: tenemos a los que se dedican a la política, a los
líderes de sectas, los abrazaperros, las
lesboterroristas, pregonadores del fin del mundo y de la clave del éxito y de
la felicidad, organizadores de asociaciones como el de la Sociedad de la Tierra
Plana, escritores de libros de superventas que solo encuentras en Sanborns,
conductores de programas en donde la gente va a contar sus secuestros por extraterrestres,
enemigos públicos del hedonismo de derecha y, por supuesto, no olvidemos a los activistas
amantes de todo lo que sea verde y que tenga clorofila, que les encanta
recordarnos que la rodaja de tomate de su emparedado no es transgénico, aunque
me gustaría que por lo menos les quedara una sola neurona que les hiciera
recordar que ellos mismos experimentan mutaciones en cada una de sus células
durante todos los días. De esta manera, pareciera que hay una correlación entre
la neuromarchitosis y la soltura para hablar: cuando no hay neuronas, los
pensamientos no pasan por ningún punto de control, por lo que ninguno es
discriminado y todos son exteriorizados incluyendo los incongruentes. Para los
que no tienen apetencia de seguir algunas de las honorables profesiones
mencionadas y quieren conservar aunque sea un puñado de neuronas, se puede
realizar una serie de actividades con
las cuales podemos retrasar un poco el proceso de neuromarchitosis. Por
ejemplo: ahogar a las neuronas en cafeína al beber dos o tres tazas de café es
suficiente para ponerlas a trabajar y evitar que se marchiten. También el sexo
es placentero, perdón, quise decir, también el sexo es muy útil para retrasar
la neuromarchitosis; incluso llega a
suceder que de vez en cuando brota una pequeña neurona durante el acto sexual,
pero imagínense qué pasaría si todos nos dedicáramos a coger durante todo el día, tendríamos nuevas
neuronitas ansiosas por ponernos a reflexionar y entonces el Estado, así como
las instituciones de índole moral, se verían en graves problemas al ser
cuestionadas por la forma en que está organizada la sociedad. Ellos lo saben
muy bien y es por eso que tenemos prohibido coger con quién se nos antoje en
plena avenida, bajo el supuesto de alterar el orden público.
Por otra parte,
la verdadera desgracia cae en unos cuantos individuos que padecen una
neuromarchitosis sumamente gradual. Estos individuos, conscientes de ello, desearían
acelerar la muerte de sus neuronas para poder olvidar que la mayoría de sus
semejantes son más estúpidos que ellos. Pero irónicamente, al ser inteligentes,
saben que un mundo con personas sin neuronas significaría la pérdida de las
pocas cualidades del ser humano que merecen la pena conservarse, como la
habilidad de crear arte y música. Lo más rescatable que pueden hacer estos
románticos posmodernos es deshidratar a sus neuronas con alcohol o
entorpecerlas con alucinógenos, para abrirse paso a la conciencia no humana y
olvidar por unos momentos tantas idiotez que nos rodea. Yo lo único que espero
es que una vez que la mayoría de nosotros sólo tengamos un cerebro abandonado
por las neuronas, lleguen los virus a invadirlo y ocurra el apocalipsis zombie.
Por Daniela Avila.
Bastante chingon.
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